"DESDE CUBA;NUESTROS MAMBISES INFORMAN.AUMENTA LA REPRESION.

miércoles, 26 de octubre de 2011


Antúnez permanece detenido en unidad policial de Placetas

\El líder opositor Jorge Luis García Pérez (Antúnez) y los activistas René Fernández Quiroga y Ciro Alexis Casanova Pérez permanecen detenidos desde ayer lunes en la unidad policial de Placetas, en la provincia de Villa Clara.

Iris Tamara Pérez Aguilera informó hoy a CUBAENCUENTRO que alrededor del mediodía de ayer varios oficiales de la Seguridad del Estado arrestaron frente a su vivienda a un total de cinco opositores, incluidos Gliseida Paceiro Espinosa y Blas Fortún Martínez, quienes ya fueron liberados.

Pérez Aguilera expresó que el Frente Nacional de Resistencia Cívica Orlando Zapata Tamayo ha declarado los días 24 de cada mes “Día de la Resistencia” en la Isla, y este 24 de octubre estaba dedicado en especial a la fallecida líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán, “además de reclamar la libertad de los presos políticos y del pueblo cubano”, añadió.

“Encontrándonos frente a nuestra vivienda en Placetas, llegaron los altos oficiales de la Seguridad del Estado. Allanaron el portal, arrancaron la foto de Zapata Tamayo del monumento” y rompieron “todos los carteles que decían ‘Las calles son del pueblo’, ‘Viva Cuba libre’, ‘Ni me callo ni me voy’, ‘Todos somos resistencia’ y ‘Abajo los hermanos Castro”, explicó la opositora.

Pérez Aguilera comentó que hasta ahora no ha recibido ningún tipo de información sobre si liberarán a Antúnez, y que el oficial Asari le dijo anoche a la opositora Gliseida Paceiro que el líder opositor podría ser trasladado a la prisión.

“Fortún Martínez fue hasta la unidad de la policía y allí le dijeron que ellos no tenían órdenes para liberar a mi esposo, que tenían que esperar que el alto mando de la jefatura decidiera qué se iba a hacer con él, si iba a la prisión o si lo liberarían”, declaró Pérez Aguilera, presidenta del Movimiento Femenino por los Derechos Civiles Rosa Parks.

ARRESTOS EN LA HABANA.

La policía y la Seguridad del Estado detuvieron también este lunes a seis opositores en La Habana cuando intentaban realizar una actividad en el parque Martin Luther King, en el Vedado, reportó la agencia independiente Hablemos Press.

El Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, el Movimiento Línea Pacifica Democrática y el Frente Nacional de Resistencia Cívica Orlando Zapata Tamayo convocaron el encuentro para las cuatro de la tarde de este 24 de octubre.

Según Hablemos Press, los opositores no pudieron reunirse por el gran despliegue parapolicial activado en la zona, y aunque varios activistas intentaron reunirse en el barrio de Río Verde, en el municipio Boyeros, fueron detenidos durante el viaje.

Hablemos Press menciona en su nota que los detenidos fueron, entre otros, Sara Marta Fonseca Quevedo, líder del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, Odalys Caridad Sanabria, Rodolfo Ramírez Cardoso, del Movimiento Línea Pacifica Democrática, René Ramón González Bonelli, Ransés Miranda Camejo y Erisban León Marcel.

Señala la agencia independiente que Fonseca les había comunicado que en el parque Martin Luther King los opositores leerían un comunicado a favor de Laura Pollán, líder de las Damas de Blanco, fallecida el pasado 14 de octubre.

Indica el reporte que Fonseca y Ramírez fueron arrestados por la Seguridad en la esquina de las calles G y 25. Las autoridades detuvieron al resto de los activistas en la parada del autobús P16, cerca de la Heladería Coopelia, en el Vedado.

Según Hablemos Press, entre los agentes de la Seguridad del Estado que participaron en el operativo policial y fueron identificados por los opositores se encontraban “el sicario Bolodia y Yoan, alias Mochilita, que acostumbran a golpear a los disidentes esposados”, dijo Julio León Fonseca (Julito), hijo de Sara Marta.

“Todos los detenidos fueron puestos en libertad a partir de las 10:00 de la noche”, informó Rodolfo Ramírez Hernández (El Primario), hijo de Cardozo.

"JARABE IDEOLOGICO A LA CARTA"Publicado por Luis Felipe Rojas en su Blog,Cruzar las Alambradas.





Ha acabado de salir a los estanquillos el documento base de la primera conferencia nacional del PCC, convocada para el 28 de enero del 2012. Es el extracto de un manual ni más ni menos, un recetario para levantar el muerto ideológico, ese dinosaurio político que es el comunismo en el siglo 21. Como si fuera una autocritica el documento de marras hace mención al enfrentamiento a las ilegalidades, la corrupción a todos los niveles y el funcionamiento interno de la organización partidista. En poco más de 8 páginas el departamento ideológico del PCC convoca sus miembros a ser creativos, y permitir de una vez y por todas que los dirigentes administrativos cumplan su función primordial: la de echar a andar el país.

A 46 años de refundar sus bases en Cuba, el PCC intenta remover el celebro de sus militantes, les pide, casi de favor a sus dirigentes a todos niveles posibles que atiendan la base, que se hagan confiables entre los militantes de fila y hagan posible que negros y mujeres escalen a algún nivel, con tal de lograr una imagen de no discriminación por motivos de raza, género y pertenencia social. Tal parece que el comité central del PCC se ha sentado a cocer el viejo ropón verde olivo, a embastarlo y reforzar los parches de antaño.

Cuando una organización partidista (única legalmente permitida en el país) se prepara para discutir temas como el ingreso de sus militantes, el funcionamiento interno y la permanencia de los mismos, a casi medio siglo de fundada esté echando por tierra toda la jararacá anterior. Si la dirigencia comunista en la isla se apresta a producir más y liberar sin prejuicio las fuerzas productivas y tuviera en su punto de mira el bienestar social como brújula, tal vez habría una pisca de esperanza en medio del pozo en que nos encontramos, pero las noticias de la isla dicen otra cosa.

El sábado 22 de octubre el ideólogo del PCC, José Ramón Machado Ventura, visitó el municipio de San Germán, en la provincia de Holguín y desde tres días antes las casas de varios identificados “disidentes por el régimen fueron acosadas por militares, policías y oficiales del Ministerio del Interior que dicen ser de la Seguridad del Estado.

El 22 de octubre en la tarde el opositor pacifico Eliecer Palma Pupo fue detenido en mi casa, delante de mis hijos por un fuerte operativo militar compuesto por mas de una decena de efectivos, un jeep de la guardia operativa, y un auto patrulla de la PNR (Policía Nacional Revolucionaria). Lo esposaron a la espalda y lo llevaron al cuartel de operaciones de la policía política, conocida como Pedernales. Al momento de dictar esta nota a mis editores aun no había sido liberado.

Igual hicieron con José Antonio Triguero Mullet, de 68 años de edad quien fue violentado delante de sus nietas pequeñas para ser liberado 4 horas después. La visita de Machado Ventura fue antecedida con la reparación de unos baches en las calles, prestaron una ambulancia al ingenio azucarero que carece de ella así como dos camiones de bomberos traídos desde Holguín. A los obreros del central azucarero los liberaron ese día de sus faenas habituales, los puestos de viandas estatales fueron surtidos como hacía tiempo no sucedía y el pequeño poblado prácticamente se paralizo aquel sábado.

Era el Macondo tropical, la antesala de “un cambio que tiene embelesado a millones de cubanos, dentro y fuera de la isla.

"EL SILENCIO DE FELIPE"Publicado por Yoanis Sanchez en su Blog,Generacion Y.

                                                             Imagen tomada de wn.com/

Hace apenas 4 años, el ex canciller Felipe Pérez Roque protagonizaba en Naciones Unidas las jornadas contra el embargo norteamericano a Cuba. Era su voz la que explicaba los privaciones comerciales, económicas y financieras derivadas de éste. El exaltado funcionario exponía lo que muchos conocemos al dedillo: las múltiples afectaciones que acarrean estas limitaciones –desde 1962– a la industria, al desarrollo tecnológico y a la propia salud pública. Pero nada decía el entonces ministro de Relaciones Exteriores sobre el cerco interno que padecemos, sobre ese otro muro de censura y castigo que poco tiempo después se abatiría también sobre él.

El simple hecho de elegir la palabra “embargo” o preferir la más tremebunda de “bloqueo” ya marca una posición cuasi ideológica. Tan manipulado ha sido el asunto en la prensa nacional que el gobierno no reconoce siquiera que entre quienes disienten del sistema muchos se oponen además a las restricciones comerciales de Estados Unidos hacia la Isla. En Granma se da por sentado que aquellos que exigimos una apertura política aplaudimos ipso facto la existencia del embargo. De ahí tantas caras de extrañeza cuando se escuchan nuestros propios argumentos para que éste sea levantado cuanto antes; esas razones que Felipe Pérez Roque nunca dijo en la ONU y que sólo conoció cuando pasó a ser un canciller defenestrado.

La prolongación por cinco décadas del “bloqueo” ha permitido que cada descalabro que hemos padecido sea explicado a partir de él, justificado con sus efectos. No obstante, su existencia no impide que en las lujosas mansiones de la nomenclatura abunde el whisky, los congeladores estén abarrotados y los autos modernos descansen en los garajes. Para colmo, el cerco económico ha contribuido a alimentar la idea de plaza sitiada, donde discrepar viene a equipararse a un acto de traición. El bloqueo exterior ha robustecido así el bloqueo interior.

Deseo que la votación de hoy en Naciones Unidas sea favorable a quienes deseamos que tal absurdo termine, especialmente a esos que consideramos el fin del embargo como un golpe definitivo al autoritarismo bajo el que vivimos. La delegación oficial, por su parte, lo interpretará de otra manera: aplaudirá satisfecha, declarará que esta constituye “otra victoria de la Revolución”. En La Habana mientras tanto –lejos de las miradas- ciertos jerarcas celebrarán con Johnny Walker y engullirán algún delicado aperitivo “Made in USA”.

MATARON A LAURA,PERO NUNCA MATARAN SU SUEÑO DE LIBERTAD.Por Alfredo M. Cepero.Director de La Nueva Nacion.

viernes, 21 de octubre de 2011


La noticia de la muerte repentina de Laura Pollán corrió como una avalancha de lava sobre un pueblo cubano acostumbrado ya a la represión y al ensañamiento de nuestra asquerosa tiranía contra todo el que se oponga a su control absoluto. Después de todo, en el curso de su prolongada orgía de sangre estos carniceros han fusilado a miles de nuestros compatriotas y asesinado a hombres y mujeres indefensos cuyo único delito ha sido pedir elecciones, democracia y libertad para el pueblo de Cuba.

Pensábamos que ya nada debería de asombrarnos. ¿Se atreverían a asesinar a una mujer amorosa, espiritual y conciliadora cuyas armas eran las de la oración y de la flor? Eso nos parecía tan inaudito que, a pesar de la condición bestial y rufianesca de los tiranos, nunca nos pasó por la mente. Pero lo hicieron en un despliegue de su mas absoluta falta de principios morales y de un despreció olímpico hacia la opinión pública mundial. No pudieron doblegar ni la dimensión de su coraje ni la profundidad de su entrega a la salvación de la patria. Cortaron por lo sano y decidieron eliminar lo que era el mayor obstáculo a su permanencia en el poder propinándole una muerte artera, dolorosa y lenta como solo son capaces de hacerlo los enfermos de odio.

Pero ahí no terminó la bajeza ni la cobardía. Trataron de impedir que Héctor, su dedicado compañero de lucha y de infortunio, la acompañara en su último viaje hacia la morgue, la cambiaron varias veces de vehículo para que el pueblo no pudiera seguir su cadáver y solo permitieron un velatorio de corta duración en la modesta casa que fue escenario de su rebeldía irreductible. Son unas bestias y como bestias recibirán el justo castigo por sus crímenes en un día de redención que ya está a la vuelta de la esquina. Si los sobrevivientes no le hacemos justicia a Laura no merecemos llamarnos patriotas, ni cubanos ni, mucho menos, hombres.

Este 14 de octubre de 2011 será para siempre un punto de referencia en nuestra lucha por la libertad. Porque este 14 de octubre, los tiranos—después de inocular a Laura con el virus o la bacteria que segó su vida—mataron toda posibilidad de transición pacífica hacia un régimen de concordia entre todos nosotros. Habrá transición, sin dudas, pero no pacífica sino ejemplarizante y justiciera para quienes tengan las manos manchadas con la sangre de Laura, de Zapata, de Boitel, de Ramírez, de Tapia, de Campanería, de Prieto y de la pléyade de mártires a los que rinde merecido tributo cada semana en La Nueva Nación nuestro colega Tito Rodríguez Oltsman.

A aquellos que se resistan a dar credibilidad a la presunción generalizada de que con Laura se cometió un asesinato político, les ofrecemos dos ejemplos recientes y notorios de los extremos a los cuales llegan los comunistas para eliminar todo vestigio de amenaza a su poder. En noviembre de 2006, el periodista ruso exiliado en Londres Alexander Litvinenko, acerbo crítico del matón de Putin, fue envenenado con plutonio210, ingrediente al que solo tiene acceso los gobiernos y no los terroristas por la libre.

Dos años antes, en noviembre de 2004, el líder ucraniano Viktor Yushchenko fue también envenenado por sus adversarios en las elecciones de Ucrania quienes, no precisamente por casualidad, eran apoyados por ese asesino con cara de mico que es Vladimir Putin. ¿Podemos pensar que los alumnos cubanos de las escuelas de represión y espionaje soviéticos fueran a desperdiciar esa valiosa lección sobre como eliminar las amenazas a sus privilegios y poder omnímodo? ¿Puede haber diferencia alguna entre las naturalezas diabólicas de Putin y de los Castro? Quienes respondan en forma afirmativa a cualquiera de estas dos preguntas son unos mentecatos o unos sinvergüenzas.

Ahora una nota reciente sobre mi relación con Laura que comenzó cuando nuestro Partido Nacionalista Democrático de Cuba designó a su esposo, el Ingeniero Héctor Maseda, uno de nuestros Paladines de la Libertad en abril del año 2008. Una semana antes de su muerte tuve la satisfacción de leerle por vía telefónica mi Canto a las Damas de Blanco. En el curso de la conversación le dije: “Laura, usted y las demás Damas de Blanco se han convertido en una leyenda viva”.

Con su característica modestia y ese dejo oriental que nunca la abandonó me contestó: “Cepero, usted exagera cegado por el afecto. No es para tanto, solo tratamos de cumplir con nuestro deber”. Así era aquel espíritu sublime que cumplía el deber a la manera del más grande de nuestros cubanos. Tengo la absoluta certeza de que, en este mismo momento, ambos comparan notas desde esa dimensión de fe, esperanza y amor que es el cielo para ayudarnos a acelerar el paso hacia nuestro inminente amanecer de libertad.

Pero ese camino hacia la libertad tenemos que andarlo con nuestros propios pies. Sería injusto y torpe dejarlo todo en sus manos. Una libertad regalada, aún cuando fuera producto de un milagro, nos duraría muy poco tiempo. Si queremos que perdure y que esté a salvo de demagogos y de dictadores, nosotros tenemos que ser los arquitectos y los guardianes de nuestra libertad, de nuestra democracia y de nuestra patria.

Los cubanos de la diáspora tenemos una responsabilidad especial denunciando ante el mundo con renovada intensidad que, en pleno Siglo XXI, hay una isla paradisíaca en medio del Caribe convertida en un infierno por unos verdugos implacables que asesinan mujeres pacíficas. Tenemos que enfrentar los retos y aprovechar las armas que nos proporcionan nuestra vida en libertad. Tenemos, por ejemplo, que denunciar las alianzas de gobiernos, instituciones y personajes que prolongan la vida de la moribunda tiranía. Tenemos que castigarlos con las armas de nuestros votos y de nuestro poder como consumidores.

Una labor destacada corresponde a nuestros senadores y congresistas federales quienes han defendido siempre nuestra libertad en esa Torre de Babel que es el Capitolio de Washington a pesar de condiciones muchas veces hostiles. Los senadores Marco Rubio y Robert Menéndez, conjuntamente con los congresistas Ileana Ros-Lehtinen, David Rivera, Mario Diaz Balart y Albio Sires, deben presentar un proyecto de ley que declare y condene de manera oficial la naturaleza criminal y diabólica de la tiranía castro estalinista.

El asesinato de Laura es el momento oportuno y no debemos permitir que este crimen pase desapercibido o pase al olvido sin proporcionar los dividendos para nuestra libertad que ella hubiera querido. Pónganle por nombre Proyecto de Ley Laura Pollán Toledo, víctima de la tiranía castrista. No importa si el proyecto es aprobado o no. Lo importante es denunciar a la satrapía, dar testimonio de nuestra voluntad de seguir luchando y saber quienes en esa cueva de los intereses materiales, de la desidia y de la intriga están con nosotros o contra nosotros. Sobre todo, algunos “hermanos hispanos” como José Serrano, Hilda Solís, Esteban Torres y Xavier Becerra que nos echan en cara nuestra falta de apoyo a los problemas de inmigración de los mexicanos pero se van a La Habana a besarle el anillo de sumo sacerdote del antiyankismo al dinosaurio de Fidel Castro.

Y no puedo concluir sin mencionar al mejor aliado ideológico que han tenido los Castros como residente de la Casa Blanca, el engreído Presidente Obama, y a sus amigos y partidarios cubanos americanos. A estos compatriotas se les acabaron, las cercas y las licencias y les llegó la hora de las definiciones. Tienen todo el derecho a abrirle sus arcas y sus hogares para ayudarlo en su campaña de reelección. Tienen todo el derecho a condecorarlo con Medallas Presidenciales del Miami Dade College. Esa es después de todo la naturaleza de la democracia en que vivimos y la que queremos restaurar un día en Cuba.

Pero, por amor de Dios, de Cuba y de Laura, tengan la vergüenza de susurrarle al oído, si no tienen los bemoles para decírselo en voz alta, que tiene que dejar darle oxígeno a la tiranía con sus concesiones y sus genuflexiones o, de lo contrario, le retiraran su apoyo. Si no lo hacen son unos hipócritas o unos oportunistas que podrán estar llenos de títulos, talentos y méritos pero no pueden proclamar su amor a nuestra patria. No importa cuantas marchas convoquen para honrar a las Damas de Blanco. Ahora les mataron a la fundadora y líder de ese batallón de vergüenza que se ha hecho cargo a solas de la defensa de nuestra libertad. En buen cubano, tienen que ponerse para su número o callarse la boca para siempre si no quieren que un día les disparen una soberana trompetilla.

En conclusión se acabó el tiempo, se acabó la paciencia y se acabaron los términos medios. El asesinato de Laura Pollán fue la gota que llenó el cubo de nuestra condescendencia no solo hacia los tiranos sino hacia todo el que contribuya a su permanencia en el poder, no importa en que forma, de donde venga, por que lo hace o donde nació. Laura dio su vida por el sueño de nuestra libertad. Un sueño aún más vivo porque ha sido regado con su sangre generosa y heroica. A nosotros nos corresponde hacerlo realidad tangible. Si no lo hacemos no merecemos tener patria. Amen.

VISITENOS: A los efectos de tener acceso a comentarios como el que usted acaba de leer y a otros temas y noticias de actualidad internacional lo invitamos a que visite http://www.lanuevanacion.com

PARTIDO LIBERAL DE CUBA.DECLARACION.






                                                                Partido Liberal de Cuba

                                                                       (Declaración)

Ante la pérdida física de la insigne cubana Laura Pollán Toledo, y acentuado su dolor

desde su presidencia, la dirección y membrecía del PLC, ante la brillantez de su lucha

cívica y pacífica y su inolvidable postura florida frente a la represión del régimen

mediante amenazas, ofensas y golpizas, le otorga públicamente – unida a la justa denuncia ante la comunidad nacional e internacional- la merecida condición de Mártir

por la Libertad y la Democracia en Cuba a la Eterna Líder y vocera de las Damas de Blanco, Laura Pollán Toledo. Dicha calificación, además, la sustentamos por las muestras solidarias de dolor, admiración y agradecimiento de muchos cubanos dentro

y fuera de Cuba, con los cuales se fortalece nuestra decisión de continuar nuestra

lucha.

Se hace procedente en esta declaración expresar nuestro agradecimiento a todas las

Voces solidarias que en el mundo se unieron a nuestro dolor.



                                                                Dirección Nacional PLC

ASI TE RECORDAREMOS SIEMPRE;LAURA ETERNA;LAURA AMIGA.

lunes, 17 de octubre de 2011

ASI TE RECORDAREMOS SIEMPRE;














         LAURA ETERNA,LAURA AMIGA

"LAURA SE FUE,LAURA NO ESTA..."Publicado por Yoanis Sanchez en su Blog Generacion Y.

sábado, 15 de octubre de 2011




(Imagenes de Archivo)


Por los mismos días en que Laura Pollán agonizaba en terapia intensiva, en la televisión retransmitían un esquemático serial donde se injuriaba a la líder de las Damas de Blanco. Entre los signos más notables de la falta de grandeza del gobierno cubano está su incapacidad para respetar al adversario político, incluso cuando éste se está muriendo. Un sistema que se regodea tanto en el ritual funerario de los suyos, se comporta desconsiderado a la hora de tratar los difuntos de los otros. Esa ausencia de compasión lo llevó a desplegar anoche un burdo operativo policial dentro y fuera del hospital Calixto García, a cambiar el cuerpo de Laura varias veces de ambulancia para que no supiéramos hacia qué morgue lo llevaban y finalmente a no sacar, siquiera, una breve nota necrológica en la prensa nacional. Si honrar honra, en este caso denigrar denigra. Han perdido una última oportunidad de aparentar –al menos– que son piadosos.

¿Cómo se sienten ahora todas esas mujeres llevadas a gritar y a insultar frente a la puerta de Neptuno 963? ¿Qué estarán pensando en este mismo momento los miembros de la tropa de choque que zarandeó y golpeó a Laura el 24 de septiembre pasado? ¿Algún remordimiento entre los oficiales de la Seguridad del Estado que dirigieron tantos mítines de repudio contra una señora pacífica que pasaba de los sesenta? ¿Cuál de ellos va a tener al menos la humildad de musitar una condolencia, de aventurar un pésame? Lamentablemente, para todas esas preguntas la respuesta sigue siendo el infinito rencor ideológico del que no sabe rendir tributo al contrincante. Laura se les fue –se nos fue– y perdieron la oportunidad de reparar tantas infamias. Creyeron que por colgarle epítetos degradantes, impedirle salir de su casa, acusarla de “apátrida”, iban a evitar que la gente se acercara y la quisiera. Pero en la madrugada pasada, una funeraria repleta de amigos y conocidos negaba el efecto de tal satanización.

Laura se fue y ahora todos los actos de odio que hicieron contra ella resuenan más grotescos. Laura se fue y nos dejó un país desperezándose de un totalitarismo vetusto que no sabe decir siquiera “lo siento”. Laura se fue, para tristeza de su familia, de sus Damas de Blanco y de cada gladiolo que ha crecido y crecerá sobre esta Isla larga y estrecha. Laura se fue, Laura no está y no hay un solo uniforme verdeolivo que parezca limpio frente al blanco resplandor de su indumentaria.

"HACIA EL FIN DE LAS EXCLUSIONES".Premio de ENSAYO;II CONCURSO LITERARIO REVISTA DIGITAL CONVIVENCIA 2011.

viernes, 14 de octubre de 2011




Por Orlando Freire Santana


Es indudable que el bregar por eliminar o disminuir las discriminaciones que padecen algunas personas por diversa índole constituye una de las tareas más apremiantes para cualquier sociedad. Más, si en esa epopeya le corresponde un papel nada despreciable a un Estado sumamente ubicuo como el cubano, entonces asistimos a una pugna muy peculiar.

En efecto, y aunque así no lo consideren los distintos componentes que integran nuestra sociedad civil, ha sido el aparato de poder quien, a su conveniencia, ha movido en lo fundamental los hilos del enfrentamiento contra determinadas exclusiones que ha afrontado la nación cubana durante las últimas cinco décadas. El sesgo utilitario conseguido por las autoridades de la isla con semejante desempeño podemos apreciarlo desde dos vertientes: por una parte se brinda una apariencia de apertura social, mientras que por la otra se garantiza que dicha apertura transite por el matiz de no afectar el control político-ideológico ejercido sobre la sociedad.

Por supuesto que tal proceder cuenta también con su corolario en el hecho de que ha sido ese mismo Estado el promotor de esas y otras exclusiones en momentos específicos -o de un modo permanente, según sea el caso- de nuestro quehacer nacional. Se trata, pues, de extender una mirada hacia las distintas etapas por las que ha atravesado el proceso revolucionario para comprobar que, como tendencia, en los estadios de ascenso o presunta fortaleza del mismo se notaba un incremento en la cuantía de las marginaciones, y viceversa.

Una Revolución que arribó al poder con el propósito de remover los cimientos de la sociedad que había heredado, era lógico suponer que, a la par que beneficiaba a ciertos sectores del entramado nacional, perjudicaba a otros a medida que se radicalizaba. Precisamente, el gradual acercamiento de los gobernantes a la doctrina marxista-leninista, visible ya a partir de la segunda mitad del propio año 1959, iba a ser el detonante de una de las marginaciones más recurrentes que conocería la isla: la practicada por motivos de fe.

Un considerable porcentaje de la población cubana profesaba algún tipo de creencia religiosa a la caída del gobierno de Fulgencio Batista, no importa que muchas de esas personas no asistieran con asiduidad a cultos, templos u otras actividades afines. Podían proclamar su fe y nunca habían sido molestadas ni relegadas a causa de ello. Muy pronto, sin embargo, una desgarradora disyuntiva aparecería ante ellas: o abjuraban de sus convicciones para adaptarse a las nuevas realidades- una actitud, lamentablemente, adoptada por no pocos-, o soportaban con estoicismo la condición de ciudadanos de segunda categoría.

A medida que la Revolución se adentraba en la ideología comunista, con la consiguiente sentencia de que la religión era el opio de los pueblos, comenzaría el distanciamiento entre las distintas denominaciones religiosas y las autoridades del país. Todo iba a acontecer, según estas últimas, en medio del enfrentamiento clasista entre el Estado revolucionario y las capas pudientes de la sociedad. En ese contexto, tal y como se lo expresó Fidel Castro al teólogo brasileño Frei Betto, los mayores conflictos fueron con la Iglesia Católica, “porque no era la Iglesia del pueblo” (1), mientras que los choques con las denominaciones evangélicas y los cultos afrocubanos serían menores “porque se habían propagado más entre las capas humildes”. (2)

Lo cierto fue que tras un período inicial de apoyo casi unánime al gobierno revolucionario- en el que la Iglesia no fue la excepción-, se sucedieron una serie de acontecimientos que enturbiarían paulatinamente las relaciones Iglesia-Estado. La protesta de los estudiantes de la Universidad Católica de Villanueva por la visita del dirigente soviético Anastas Mikoyán; las declaraciones oficialistas en el sentido de que el cardenal Arteaga había sido íntimo de Batista; la carta pastoral “Por Dios y por Cuba”, dada a conocer en mayo de 1960 por el arzobispo santiaguero Enrique Pérez Serantes, en la que alertaba acerca de “el pesado yugo de la nueva esclavitud”(3); la nacionalización de los colegios religiosos; hasta llegar a la masiva expulsión de sacerdotes a bordo del vapor Covadonga, entre otros, fueron hechos que incidieron en lo antes expuesto. No podemos ignorar tampoco, de acuerdo con lo apuntado por el reverendo Raúl Suárez, que cerca del setenta por ciento de los pastores evangélicos abandonaron la isla al triunfo de la Revolución. (4)

Mientras tanto, y como parte de la labor transformadora para borrar las reminiscencias del pasado, los nuevos gobernantes casi declaran por decreto el fin de la discriminación racial en el país. Comoquiera que con posterioridad a 1888, fecha en que se abolió oficialmente la esclavitud en Cuba, los espacios privados constituyeron el escenario principal donde pervivió cierta actitud discriminatoria hacia negros y mulatos, y que la Revolución eliminó esos espacios como parte de su radicalización económico-social, el entorno resultó propicio para un pronunciamiento tan osado y que a la postre devino extemporáneo. Además, como nunca antes, cientos y miles de negros y mulatos se incorporaron a todas las esferas de la vida nacional.

Aquí conviene deslindar la marginación tangible y objetiva de aquella subjetiva que opera en la mente de algunas personas. Estimo que tras el surgimiento de la República en 1902, casi todas las manifestaciones de racismo en nuestro país han clasificado en el segundo grupo, pues muy pocas orientaciones o directivas oficiales -tal vez alguna durante la República referida al paseo en ciertos parques públicos o la entrada a determinada sociedad de recreo- sirvieron para amparar prácticas del primer tipo. Incluso, no obstante la opinión reciente de algunos historiadores en el sentido de que la República no incluía al negro, la Constitución de 1901, al otorgarles el derecho al voto, les confirió la categoría de ciudadanos de la República. Por otra parte, y según nos cuenta Serafín Portuondo en su texto Los independientes de color, “El 1ro de julio de 1912 los congresistas de color dirigieron un manifiesto a la opinión pública -también firmado por Juan Gualberto Gómez, no congresista- en el que afirmaban que no habían existido ni existían problemas de raza en el país”(5. Mas, a pesar de esa afirmación de las más prominentes personalidades negras del país, proferida incluso cuando ya corría en tierras orientales la sangre de los negros que se alzaron en contra de la Enmienda Morúa, siempre se mantuvieron durante todo el período republicano las reclamaciones y demandas de los que insistían en que aquí eran discriminados los ciudadanos no blancos.

Entonces la Revolución triunfante en 1959 transitaría por senderos algo paradójicos: de una parte hizo más que la República por eliminar esa especie de racismo residual, al decir del poeta y ensayista Víctor Fowler (6), que anidaba en el seno de nuestra sociedad; de la otra, al suprimir el debate público en torno al tema, alentó la suspicacia de los grupos que persistían en la lucha contra la hipotética desigualdad racial existente en el país. Así, situaciones que me inclino a ubicar más en el plano de lo subjetivo que de lo objetivo, como la no presencia de bailarinas de piel oscura en las compañías de ballet español, o la supuesta ausencia de galanes negros en la televisión, eran vistas por esos grupos como una muestra de racismo precariamente contenido. Y lo peor: sin posibilidad de discutirse en lugares que trascendieran los pequeños espacios informales.

Esos primeros años de Revolución fueron testigos también de otro tipo de marginación hacia las personas, esta tomando en cuenta su orientación sexual diferente; diferente, claro, de nuestra tradición heterosexual. Contrario a lo que sucedió en la antigua Grecia o el Imperio romano, donde se aceptaban o toleraban, respectivamente, las prácticas homosexuales, en nuestra sociedad de corte occidental esa inclinación siempre se consideró como una perversión, una enfermedad o, en la más eufemística de las variantes, como una secuela de experiencias traumáticas en la infancia o la adolescencia.

Según nos cuenta el ensayista Abel Sierra Madero (7), durante la República era grande el estigma que cubría a los homosexuales. A partir de 1928 se inició una campaña por los periodistas Sergio Carbó y Mariblanca Sabas Alomá en contra de esas personas. A los varones que gustaban de su propio sexo se les llamaba pepillitos, mientras que las mujeres que sentían inclinación por otras féminas eran denominadas garzonas. Estas últimas recibían las críticas más acres debido a que abandonaban su misión de conservar la especie.

La Revolución, por tanto, no hizo más que continuar una práctica casi habitual entre nosotros. Claro, esa aspiración de formar al hombre nuevo que construyera la sociedad comunista, es muy probable que influyera desde un principio en las políticas que implementaron las autoridades en pos de eliminar las lacras y vicios que obstaculizaban la referida intención. Y en ese sentido, por supuesto, la represión de las conductas homosexuales se hallaba en un primer plano. Así, durante la primera década de gobierno revolucionario, centenares de jóvenes homosexuales fueron conducidos a las tristemente célebres Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP) para tratar de “reeducarlos”.

Mas, si hubiese que escoger un sector ocupacional que ejemplificase la discriminación sufrida por los homosexuales, me inclinaría por la cultura y el arte. El novelista Guillermo Cabrera Infante, en sus memorables “chismes literarios”-en el caso que nos ocupa, al parecer, con noticias más verdaderas que falsas- (8), apunta que hacia 1965, en una de aquellas frecuentes redadas habaneras (conocida como la noche de las tres P: prostitutas, proxenetas y pederastas), fue atrapado por homosexual una figura cimera del teatro cubano. De igual forma el autor de Tres tristes tigres nos cuenta que tras la celebración del Primer Congreso de Educación y Cultura en 1971, un destacado escritor -hoy Premio Nacional de Literatura- fue trasladado al almacén de la biblioteca donde laboraba para alejarlo de los lectores, pues las resoluciones de dicho evento tendían a impedir que los homosexuales “descarriaran” a las nuevas generaciones.

Cinco días después de finalizado ese cónclave, la prensa nacional informaba del nombramiento de Luis Pavón Tamayo al frente del Consejo Nacional de Cultura. (9) O sea, Pavón accedió al cargo para llevar a la práctica las directivas del Congreso, que en lo referido a los homosexuales eran explícitas en cuanto a la discriminación institucional de esas personas. Entonces, ¿a quién podría ocurrírsele pensar, al cabo de más de tres décadas, que la responsabilidad por semejante política fuera únicamente de ese funcionario? En la más indulgente de las apreciaciones -indulgente, claro, para el Poder- debemos de aceptar la responsabilidad compartida. Es decir, comenzando por Pavón Tamayo y terminando en los más altos estratos del poder en la isla. Lo anterior nos permite destacar también cómo los cubanos manejamos con cierta frecuencia la relación hombre-circunstancia de acuerdo con nuestro arbitrio, y olvidamos un poco las enseñanzas de Ortega y Gasset, para quien el binomio debía de conservar la mayor armonía.

Cuando a principios de 1896 el presidente del Consejo de Ministros de España, Antonio Cánovas del Castillo, consideró que los intentos pacifistas del general Arsenio Martínez Campos habían fracasado, y era necesario el envío a la isla de un hombre enérgico, hasta cruel, capaz de liquidar a cualquier precio la insurrección en breve tiempo, nombró al general Valeriano Weyler para ese empeño. Atrás quedaban los ecos del Plan Maura para Cuba, con sus propuestas descentralizadoras y el aliento de la gestión autonomista, y salían a la superficie los afanes de la metrópoli por conservar la colonia aun si se consumiese “el último hombre y la última peseta”. Con frecuencia nuestra historiografía atribuye desmedidamente a la maldad de Weyler todos los sufrimientos que la política de reconcentración causó a los cubanos, y muchos miran solo hacia él para hallar la cara fea de la colonización española. No debemos olvidar, empero, que la felonía de ese momento fue instrumentada desde Madrid.

Más de medio siglo después los manuales soviéticos con que encauzábamos la dirección de la sociedad privilegiaban una especie de determinismo que restaba importancia a la labor de los hombres. Estos últimos nada podían hacer para oponerse a la marcha inexorable de la historia que indicaba el andar de la humanidad hacia un hipotético paraíso terrenal sin explotados ni explotadores. En el plano nacional los nuevos ingenieros sociales creían haber hallado en la planificación centralizada la varita mágica con que suprimir el mecanismo natural de la economía y la iniciativa creadora de las personas. Se podía tomar un cuaderno de historia de Rusia y era raro toparse con los nombres de Iván el terrible o Catalina la grande; casi todo se circunscribía al modo de producción, las relaciones sociales y la conciencia de clase. En ese contexto no faltaron las mentes trasnochadas que clamaron por una reescritura de nuestra historia para dar paso a ese engendro de la despersonalización.

Con el litigio en torno a Luis Pavón Tamayo, el Poder y sus colaboradores desearon girar nuevamente el péndulo hacia el hombre en detrimento de la circunstancia. Centenares de correos electrónicos inundaron las redes informáticas- imagino que la iniciativa partió del gremio homosexual -al ver en las pantallas de sus televisores la figura del antiguo funcionario. Pánico debe de haberles causado el pensar que el ambiente cultural retrogradaría a la época del “quinquenio gris”. Pero no, todo no era más que una falsa alarma, pues una Declaración de la UNEAC aparecida en el periódico Granma daba cuenta de que “la política cultural de la Revolución era irreversible”. (10) Ello dejaba bien sentado que se mantenía la apertura hacia los homosexuales. La cúpula del Poder contempló gozosa cómo la Revolución quedaba libre de culpas al diluirse el episodio en una pugna entre individualidades.

El crítico Desiderio Navarro, por ejemplo, culpó al hombre: “¿Cuántas decisiones erróneas fueron tomadas “más arriba” sobre la base de las informaciones, interpretaciones y valoraciones de obras, creadores y sucesos suministrados por Pavón y sus allegados de la época, sobre la base de sus diagnósticos y pronósticos de supuestas graves amenazas y peligros provenientes del medio cultural?” (11) De otra parte, y escribiendo desde Madrid, el ensayista Jorge Luis Arcos expresaba que el episodio desencadenado en la isla a raíz de la resurrección de Pavón constituía un acontecimiento más dentro de una realidad devastada. Al referirse a las reacciones de los intelectuales, afirmó: “Unos abogan por que el problema se resuelva dentro de casa, como si una parte considerable de las víctimas no estuvieran fuera de Cuba; otros tratan de negar que todo responde a una estrategia del Poder, como lo fue en el pasado, y como lo es en el presente incluso. Muchos critican lo sucedido, abogan por una reparación política, pero, por supuesto, sin nombrar -ni antes ni ahora- a los verdaderos responsables.” (12)

La etapa de mayor sovietización en la vida de la isla, a partir del ingreso de Cuba en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) en 1972, y la celebración del primer congreso del Partido en 1975, iba a coincidir con el período de mayor exacerbación de las exclusiones en la sociedad. Era lógico suponerlo. El país había dejado atrás la incertidumbre de no saber realmente cuál era la estrategia para encauzar el futuro, y las carencias materiales de años recientes disminuían ante la acción solidaria de nuevos aliados que exigían un pacto ideológico.

En esas condiciones el socialismo cubano se sintió lo suficientemente fuerte como para prescindir de ciertos sectores de la población que se estimaban “contaminados” con lacras y rezagos del pasado. Así, los encontronazos más bien coyunturales entre los creyentes y el Estado que habían tenido lugar en los años sesenta, adquirieron visos de discriminación institucional al incluirse el ateísmo científico en la Constitución de la República aprobada en 1976. Una desconfianza generalizada hacia los creyentes se instauró en centros de trabajo y estudio a lo largo y ancho del país; en muchas ocasiones los estudiantes que profesaban una creencia religiosa se vieron privados de acceder a determinadas carreras universitarias; en planillas y formularios se contemplaba la pregunta acerca de la afiliación religiosa de la persona, para constituirse en una mácula si el requerimiento resultaba positivo; y, por supuesto, se les negaba el ingreso al Partido y la Unión de Jóvenes Comunistas aunque fuesen revolucionarios cabales en el resto de las facetas de su vida.

Una prueba palpable de que la alineación de la isla junto al bloque soviético fue un elemento que pesó enormemente en el ostracismo de los creyentes, la encontramos en la respuesta de Fidel a una pregunta de Betto en la ya mencionada entrevista. Corría el año 1985 y la Teología de la Liberación florecía en gran parte del subcontinente, al tiempo que muchos dirigentes de izquierda reafirmaban que los lazos entre creyentes y marxistas no eran solo tácticos, sino estratégicos. Además, el Gobierno sandinista de Nicaragua -como se sabía, íntimo del cubano- había objetado la sentencia marxista “del opio de los pueblos”. No obstante, cuando el teólogo preguntó si al año siguiente, en el Tercer Congreso del Partido, podría proclamarse el carácter laico de esa organización, y en consecuencia admitirse en su seno a cristianos revolucionarios, el líder de la Revolución Cubana contestó: “Yo creo que todavía no están dadas las condiciones en nuestro país para eso; te lo digo francamente”. (13) Claro, aunque ya Mijail Gorbachov y su nuevo equipo gobernante vislumbraban la perestroika, en el horizonte de la isla aún no se insinuaban las brumas que darían al traste con el Muro de Berlín y después con la propia existencia de la Unión Soviética.

En lo referido a la exclusión social de los homosexuales, fui testigo, en el apogeo de la homofobia cubana, de un episodio que no dudo en clasificar como un capítulo cubano de la Revolución Cultural maoísta. Eran los días iniciales de 1972, y un grupo de estudiantes de preuniversitario cumplían su etapa de la escuela al campo en los cañaverales del central “Puerto Rico Libre”, en Alacranes, Matanzas. Ignoro si por venganza, provocación u otro motivo diferente, lo cierto fue que uno de los estudiantes homosexuales allí albergado confeccionó una lista con el nombre de todos sus iguales. ¡Para qué fue aquello! De inmediato, las organizaciones estudiantiles del campamento, con el visto bueno de los profesores, y bajo la consigna de “a linchar a los maricones”, la emprendieron violentamente contra los homosexuales, a los que no les quedó otra opción que abandonar a toda carrera el campamento, y regresar como pudieron a La Habana, dejando abandonadas sus pertenencias.

El advenimiento de los años noventa, desde el punto de vista que nos ocupa, se presentaría como el reverso de lo acaecido en los setenta. Cuando la isla se vio sola, sin el apoyo de sus antiguos aliados ideológicos, y en medio de una penuria económica que amenazaba con destruir el sistema político imperante, fue el momento propicio para que los gobernantes comprendieran que las puertas debían abrirse para muchos de los que antaño fueron marginados. Únicamente iban a quedar fuera de la convocatoria aquellos que el oficialismo calificaba como anexionistas o representantes de la antiCuba. Es decir, sus adversarios en el terreno político ideológico.

El punto de inflexión en materia de fe sobrevino en el bienio 1991-1992, cuando el IV Congreso del Partido reformó sus estatutos para que los creyentes comprometidos con la Revolución pudieran ingresar en sus filas, y después con la enmienda constitucional que proclamó el carácter laico del Estado cubano. La eliminación o el aflojamiento de tensiones entre el Estado y las jerarquías de las diferentes denominaciones religiosas, lógicamente, tendrían que repercutir en un estatus más favorable para los practicantes de las distintas modalidades de la fe. En esta atmósfera de distensión, a pesar de la visita papal en enero de 1998, iba a ser la Iglesia Católica la que encontraría el camino menos expedito, ya que en ocasiones sus análisis en torno a la situación social del país no contarían con el agrado de las autoridades de la nación. El ejemplo más elocuente de ello fue el mensaje pastoral “El amor todo lo espera” en 1993.

Ese documento, además de indicar las causas y las posibles salidas de la aguda crisis económica por la que atravesaba el país, aportaba importantes recomendaciones en pro de la democratización de la isla al sugerir un diálogo con todos, incluyendo a quienes pensaban de un modo diferente. La prensa oficialista la emprendió en los más duros términos contra el mensaje pastoral. El diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, comparó el documento de los obispos con la línea más hostil del exilio miamense hacia el gobierno cubano: “Infeliz decisión la de compartir la tarima contrarrevolucionaria con la fauna Torricelli, Más Canosa etc., para no llegar tarde y marcar en la cola de Miami”. (14) Por su parte, el periodista Lázaro Barredo, en ese entonces un simple articulista del semanario Trabajadores -hoy director de Granma-, calificó a los obispos de cómplices históricos de todos los enemigos de la nación, y al mensaje pastoral de “un puñal clavado por la espalda en el momento más difícil, decisivo y heroico en la historia de la Revolución; que no podía darse el lujo de aceptar una diversidad irresponsable y un diálogo idílico”. (15) Mientras tanto, la respuesta que se estimó más mesurada, la del poeta Cintio Vitier, no vaciló en asirse al filón utilitario con que el Poder y sus aliados han manejado el concepto de nación: “Antes que aceptar el derecho a la diversidad, hay que defender el derecho del país a la supervivencia como nación independiente”.(16)

Por supuesto que la visita a la isla del Papa Juan Pablo II ha clasificado como el hecho más significativo para la Iglesia Católica cubana, tal vez en toda su historia. Fueron días en los que se vivió la fe de una manera muy intensa; jornadas precedidas de una labor misionera como no se recordaba en mucho tiempo, pues la Iglesia tocó puerta por puerta para que todos los cubanos fueran partícipes de ese acontecimiento inigualable. En una sociedad donde casi todo se programa y orienta “desde arriba”, resaltó la espontaneidad con que los habaneros se aglomeraban en las calles por donde sabían iba a pasar el Papa-Móvil con su ilustre ocupante. Al final, como feliz secuela de esos días gloriosos, los cubanos recobramos parte de nuestras tradiciones cuando las autoridades declararon feriado, para siempre, el Día de Navidad.

El viraje en el tratamiento a las personas excluidas debido a su preferencia sexual aconteció, primero, mediante señales aisladas, como fue la proyección en 1995 de la película Fresa y Chocolate, de Tomás Gutiérrez Alea, y basada en el laureado cuento de Senel Paz El lobo, el bosque y el hombre nuevo. Después vino la labor semioficial del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), con Mariela Castro Espín al frente, el cual brega por la plena incorporación a la sociedad de gays, lesbianas, bisexuales, travestis y transexuales.

Y, paradójicamente, esta apertura de los años noventa no se reflejaría de la misma manera en la cuestión racial. Con la llegada del período especial, y tener el país que adoptar una serie de medidas que tendían al mercado para tratar de impedir el colapso de la economía, fue significativa la catalización de ciertas disparidades raciales. La despenalización del uso y tenencia de divisas posibilitó un incremento en el envío de remesas a la isla por parte de los familiares residentes en el exterior. Si tenemos en cuenta que más del ochenta por ciento de los cubanos que componen la diáspora clasifican como personas de piel blanca, es lógico suponer que los negros y mestizos llevaran la peor parte en ese flujo monetario. La ampliación del marco para las inversiones extranjeras, por su parte, introdujo nuevamente ciertos espacios privados, los mismos que la Revolución había eliminado en los años sesenta, y que eran propensos para que afloraran determinadas manifestaciones de racismo. En ese contexto, al igual que en el sector turístico que también conoció de una expansión en el período, la presencia de trabajadores negros resultó exigua, tal vez como consecuencia de que se aceptaran algunos estereotipos que representaban al negro como perezoso, ineficaz, sucio, feo y hasta tendente a la delincuencia.

Lo anterior llevó a que los grupos que siempre continuaron alertando acerca de la existencia de una problemática racial intensificaran sus demandas con el objetivo de que el debate sobre el tema retornara al ámbito público. Ello propició que tan espinoso asunto, de manera paulatina, fuera insertándose en los espacios académicos, primero, y posteriormente en los medios de difusión masiva. Aquí el viraje, además, ha incluido la rehabilitación de algunas figuras que se destacaron en el estudio y la investigación del tema negro, la celebración del centenario del Partido Independiente de Color, así como la creación en la UNEAC de una comisión que monitoree las desigualdades raciales que aún subsistan. De igual modo, las autoridades han reafirmado que continuarán la política que asegure una genuina representación de todos los componentes raciales en las distintas vertientes de la vida nacional.

Si ahondamos en el tema de la rehabilitación de ciertas personalidades que descollaron en el estudio y la investigación de la problemática racial, resulta casi inevitable traer a colación a Walterio Carbonell, esa figura legendaria que, después de que la Revolución decretara la total armonía entre las razas y suprimiera el debate en torno al tópico, se asía a la doctrina marxista-leninista -cierto que con una interpretación de ella que se me antoja algo forzada- para enaltecer el papel del negro en nuestra historia.

Cuando empleo el término “rehabilitación” pienso en la reedición de su texto Cómo surgió la cultura nacional, un ensayo que vio la luz inicialmente en 1961, en plena apoteosis de los que pretendían reescribir la historia de Cuba al calor del Materialismo Histórico de Marx. A propósito, reeditar ese libro puede haber satisfecho una demanda -la rehabilitación-, pero también chocar con la tendencia semioficialista de la historiografía que se escribe en el país. En momentos en que, si bien no con el idealismo que acostumbraban los historiadores de la etapa republicana, se exaltan a figuras como Varela, Saco, Luz, Delmonte y otras a las que se consideran padres fundadores de nuestra nacionalidad, resulta contrastante toparse con un criterio como el siguiente: “Figuras oscuras, esclavistas de la peor especie, como Arango y Parreño; esclavistas atormentados como José Antonio Saco y Luz Caballero, enemigos de las revoluciones y de la convivencia democrática, todos ideólogos reaccionarios del siglo XIX, han sido falsamente elevados a la categoría de dioses nacionales por los historiadores, profesores y políticos burgueses”. (17)

Tal vez esa sea la razón por la que la reedición del texto de Carbonell haya circulado escasamente en el país. No obstante, comoquiera que el reto a la historia oficial ocurre desde posiciones revolucionarias (marxistas), el autor recibió ciertos homenajes. En cambio, si Alexis Jardines, por ejemplo, afirma desde posiciones no marxistas -parecido a lo que en otros contextos realizan Rafael Rojas, Emilio Ichikawa y otros- que “la vertiente Caballero-Varela-Luz-Varona no representa filosofía cubana, sino filosofía en Cuba. Es tan solo receptiva y no creativa. La verdadera filosofía cubana surge en los años cuarenta del período republicano”,(18) entonces dicen de él que intenta desmontar el siglo XIX cubano y dejarnos sin historia. Nada, que cada vez me adscribo más a una opinión atribuida al trovador Silvio Rodríguez: “En Cuba lo importante no es qué se dijo, sino quién lo dijo”.

De forma paralela a este giro en lo tocante a la cuestión racial, los últimos tiempos han sido testigos de nuevas acciones encaminadas a reconocer los derechos de las personas con una orientación sexual diferente, aunque todavía subsistan algunas insatisfacciones al respecto. Hay quienes plantean que ahora, a diferencia del pasado, no se reprime la condición de homosexual, sino su manifestación pública. Argumentan, por ejemplo, las dificultades que hallan los travestis y transexuales para trabajar e integrarse a la sociedad. Empero, destacan las Jornadas de Arte Homoerótico, que bajo el auspicio de la Asociación Hermanos Saíz, se efectuaron en el centro cultural La Madriguera, en la ciudad de La Habana, durante los años 1998 al 2000. Mas lo que podríamos considerar como el punto culminante en esta atmósfera de distensión sucedió el 17 de mayo de 2008, fecha en la que se celebró por primera vez en Cuba el Día Mundial de la Lucha contra la Homofobia.

Sin embargo, es notoria la escasa cobertura informativa que en los medios de difusión oficialistas reciben las reclamaciones de la Iglesia en pos de recuperar el pleno rol que debe de corresponderle en la sociedad. En su homilía del 1ro de enero de 2009 con motivo de la celebración de la Jornada por la Paz, el cardenal Jaime Ortega expresó que la Iglesia no se contentaba solo con eventuales transmisiones radiales o televisivas, sino que debía poseer espacios sistemáticos en la prensa, la radio y la televisión nacionales.(19) Asimismo, el doctor Gustavo Andújar, al referirse al proceso de invisibilización de la Iglesia que continúa activo en los medios de difusión, ha manifestado: “Semejante práctica tenía sentido en la época del ateísmo institucionalizado, cuando las enseñanzas de la Iglesia se definían oficialmente como dañinas a los intereses de la población, pero después de la reforma constitucional de 1992 resulta un anacronismo absurdo”. (20)

Aquí cabría preguntarse el porqué de este doble rasero en el tratamiento de las exclusiones por parte del aparato de poder. Por una parte los gobernantes reconocen los resquicios de marginaciones que aún restan en los acápites de lo racial y lo sexual, y por la otra casi se silencia lo que falta por lograrse en materia de fe. Ah, claro, sucede que las exigencias de negros y homosexuales no comprometen el control político-ideológico que el Poder ejerce sobre la sociedad, mientras que las reclamaciones de la Iglesia -además de la antes mencionada, resalta la restauración de los colegios religiosos- sí podrían crear fisuras en el referido dominio. No hay que olvidar que en una conversación sostenida con el escritor español Manuel Vázquez Montalbán, el ministro de Cultura, Abel Prieto, declaró que las aperturas en los campos de la información y la educación serían las últimas que haría el socialismo cubano. (21)

Y he ahí, precisamente, el último tipo de exclusión que queremos tratar. No por ser la postrera va a resultar la menos significativa; al contrario, su trascendencia radica en el hecho de que no ha menguado a lo largo de todo el período revolucionario, a pesar de que nunca ha sido reconocida como tal por el aparato de poder: la marginación político-ideológica. Porque en los días que corren es muy difícil que a alguien se le niegue explícitamente el acceso a una corporación por ser homosexual, negro o creyente. Pero si el comité de defensa de la Revolución de su cuadra, o el centro de trabajo anterior, dan fe de que el aspirante no simpatiza con el sistema político de la isla, es casi seguro que le manifiesten por lo claro que esa corporación no es para él (o ella).

Y no me refiero a la imposibilidad que afrontan las personas con un credo político diferente para disputarle de manera legal el poder a las autoridades mediante la creación de otros partidos políticos o sindicatos independientes -acciones que, de realizarse de un modo pacífico, no habría por qué execrarlas-, sino a la simple apatía que un ciudadano pueda exhibir hacia las actividades o movilizaciones de la Revolución, o la negativa de una persona a pertenecer a cualesquiera de las organizaciones de masas que apuntalan el sistema político vigente. Todo más o menos en el marco de una reflexión del periodista católico Orlando Márquez publicada no hace mucho: “El reconocimiento de los derechos sociales y políticos de quienes piensan de modo distinto- aunque fuesen minoría- ha sido una carencia y una debilidad ética del proyecto socialista cubano, que solo ha tenido para tal reto dos propuestas siempre controvertibles y nada justas: el castigo o el exilio”. (22) A lo que podríamos agregar la que nos convoca, no por más benevolente menos dañina: el confinamiento social.

Si tomamos en cuenta la ubicuidad del Estado cubano, es comprensible que muchas personas simulen con el objetivo de obtener buenos empleos, los más cotizados centros de estudio, o sencillamente abrirse paso en la sociedad. De lo contrario es muy probable que permanezcan como ciudadanos de segunda categoría con precarias posibilidades de promoción laboral, superación profesional, y mucho menos pensar en becas o viajes al exterior. A medida que esa simulación va copando actitudes, su daño sobre el tejido social de la nación aumenta, pues no solo afecta el presente, sino que además compromete sobremanera el futuro. Y entre toda la madeja de interrelaciones que una marginación semejante enhebra en la vida de la isla, resalta, por tratarse del sitio donde se forman las generaciones que mañana dirigirán los destinos de la patria, el accionar en nuestras universidades.

La Universidad ha sido siempre objeto de celo por parte de la élite del poder revolucionario. Ya en los años setenta los denominados “procesos de profundización de la conciencia” dejaron fuera de las aulas a muchos estudiantes que no encuadraban en los marcos del proyecto socio-político prevaleciente. Desde entonces quedó claro que la Universidad era solo para los revolucionarios. ¿Qué opción restaba, pues, para aquellos estudiantes no adeptos a la Revolución y que anhelaban cursar estudios superiores? Solo una: la mentira, la simulación, o la doble moral, ese calificativo tan recurrente que define como ningún otro la escasez ética del quehacer nacional. Las universidades cubanas, lamentablemente, además de instruir en las ciencias, las artes, las humanidades, la tecnología y las ciencias sociales, entre otras ramas del saber, enseñan también a buena parte de los educandos a cómo comportarse de una manera diferente al modo en que se piensa. Son auténticas fábricas de personas con doble moral.

En el resumen del curso escolar 2008-2009 en el Ministerio de Educación Superior, el entonces primer secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas, Julio Martínez, expresó: “En la Universidad no tienen espacio aquellos que no son revolucionarios -ni estudiantes ni profesores-, y que son las fuerzas políticas las que tienen la autoridad para hacerlos salir de ese espacio que no merecen”.(23) Ni la nueva dirección de la organización juvenil, ni lo acuerdos de su último IV Congreso se han pronunciado en otro sentido sobre este tema. Conserva plena actualidad la sentencia que indica quiénes deben de ser los futuros profesionales del país.

En estos tiempos se habla y se discute mucho acerca de la pérdida de valores entre nuestra juventud. Destacadas figuras de nuestro mundo intelectual discurren en torno a tan sensible asunto. Unos aducen que el fenómeno se debe a la violación continuada del principio de distribución socialista (de cada cual según su capacidad, y a cada cual según su trabajo). Otros plantean que se trata de una secuela de la corrupción y el oportunismo de dirigentes “sembrados”, lo que lleva a que la gente, con tal de imitarlos, simule para ostentar un cargo y así vivir mejor; y no faltan los que insisten en que se ha recargado mucho el trabajo mediante arengas y consignas, y no a través de una verdadera faena educativa que forme dichos valores. En cualquiera de las variantes que se acepten, es difícil no asociar dicha pérdida con el desorden emocional que han de experimentar muchos de nuestros jóvenes en un momento decisivo para el futuro de sus vidas. Ahí se extravía un valor esencial: el valor de aprender a actuar y expresarse como realmente dicta su fuero interior.

Si alguna luz se atisba en el horizonte que pudiese mitigar este tipo de marginación, vendría dada como una secuela del sendero económico que el Poder ha debido recorrer últimamente. Parece muy probable que cuando cientos o miles de personas dispongan de una ocupación laboral al margen del Estado, y por tanto no precisen de simular una adhesión ideológica en caso de no simpatizar realmente con el sistema socialista, algo estará cambiando en la isla, no solo en lo económico, sino también en otras esferas de la sociedad. Y entre ellas, por supuesto, lo referido al terreno político-ideológico.

De todas maneras, la batalla que tenemos por delante en pos de acceder a un mejor hogar nacional no puede centrarse aisladamente en alguno de los obstáculos que un individuo o grupo de personas hallen en su camino. Está muy bien que los homosexuales, los creyentes, y los negros y mestizos luchen por sus derechos. Pero todos han de imbuirse con la convicción de que solo cuando se eliminen todas las exclusiones estaremos en vías de construir la patria que soñamos. Porque si nos convertimos en apóstoles de la lucha en contra de una sola de las exclusiones, e imaginamos que al obtener nuestra demanda habremos conquistado la Cuba que todos necesitamos, tal vez, aun sin proponérnoslo, le estemos haciendo el juego al Poder. Y en ese contexto la batalla contra la discriminación político-ideológica requiere de una puja adicional, ya que sobre ella la sociedad cubana ha mantenido un inveterado inmovilismo.



Fuentes

(1) Betto, Frei. Fidel y la religión. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. La Habana, 1985.

(2) (Idem.)

(3) Soto Mayedo, Isabel. “La Iglesia Católica en el epicentro de las transformaciones” en Marxismo y Revolución. Editorial de Ciencias Sociales. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana, Juan Marinello. La Habana, 2006

(4) Suárez, Raúl. Cuando pasares por las aguas. Editorial Caminos. La Habana, 2007

(5) Portuondo Linares, Serafín. Los independientesde color (2da. Edición) Editorial Caminos. La Habana, 2002

(6) Fowler, Víctor. “Contra el argumento racista”, en página web de Cubaliteraria, 21 de enero de 2009

(7) Sierra Madero, Abel. Del otro lado del espejo (la sexualidad en la construcción de la nación cubana). Fondo Editorial Casa de las Américas, 2006

(8) Cabrera Infante, Guillermo. Vidas para leerlas. Grupo Santillana de Ediciones S.A. Madrid, 1998

(9) Periódico Granma, 7 de mayo de 1971

(10) Declaración del Secretariado de la UNEAC, en periódico Granma, 18 de enero de 2007

(11) Mensajes de Desiderio Navarro, Revista Digital Consenso

(12) Mensajes de Jorge Luis Arcos, Revista Digital Consenso

(13) Betto, Frei. (Obra citada)

(14) Pita Astudillo, Félix. “Los ilustrísimos once, el amor a Caifás y la restauración colonial”, en periódico Granma, 30 de septiembre de 1993

(15) Barredo, Lázaro. “El amor todo lo espera… siempre que no venga de Caín”, en periódico Trabajadores, 20 de septiembre de 1993

(16) Vitier, Cintio. “Observaciones al mensaje de los obispos”, en periódico Granma, 22 de septiembre de 1993

(17) Carbonell, Walterio. Cómo surgió la cultura nacional. Ediciones Bachiller. Biblioteca Nacional “José Martí”. La Habana, 2005

(18) Jardines, Alexis. Filosofía cubana in nuce. Editorial Colibrí. Madrid, 2005

(19) Ortega, Jaime. “Homilía por la celebración de la Jornada por la Paz”, en Palabra Nueva no. 181, enero de 2009

(20) “Iglesia y sociedad en Cuba a los 15 años de El amor todo lo espera”, en Espacio Laical, año 4, no. 4, octubre-diciembre de 2008

(21) Vázquez Montalbán, Manuel. Y Dios entró en La Habana. Grupo Santillana de Ediciones S.A. Madrid, 1998

(22) Márquez, Orlando. “Las relaciones exteriores y las demandas de una nueva era”, en Espacio Laical, año 5, no. 1, enero-marzo de 2009

Periódico Juventud Rebelde. Viernes 24 de julio



REVISTA CONVIVENCIA.PINAR DEL RIO;AGOSTO SEPTIEMBRE 2011.DE QUE ESTA HECHO EL ESTADO DE DERECHO?.Por Jesuhadin Perez.




¿De qué está hecho el Estado de Derecho?

Convivencia - Derechos Humanos

miércoles, 07 de septiembre de 2011


“No distingamos entre la izquierda y la derecha sino entre un Estado moderno y otro que no lo es”.

Schoroëder.

¿Dónde nos lleva esta evolución social?

Por Jesuhadín Pérez

Los científicos afirman que la naturaleza gastó tres mil millones de años en evolucionar desde los primeros organismos proteicos hasta los multicelulares, sin embargo, en solo un millón quinientos mil años, el mono se transformó en ser humano. Significa esto que mientras la vida se perfeccionaba, el evento evolutivo se aceleró vertiginosamente (1).

El Estado, como mecanismo de regulación y organización social, también ha seguido un patrón similar. En la medida que los sistemas se perfeccionan el proceso de profundización, desarrollo y dispersión de la democracia se acelera. La humanidad ha evolucionado de un aparato primitivo económicamente dominante, básicamente instrumento de clase para mantener determinado orden e intereses creados, a un Estado en el que la opinión del pueblo cuenta. ¿Dónde nos lleva esta evolución social? Sin dudas al Homo Sapiens de la gobernabilidad: el respeto de la voluntad de los gobernados y la justicia transformada en derecho por la fuerza obligatoria de la Ley.

Pero bien, analicemos todo separadamente.

La Justicia

El sentido de la justicia es tan antiguo como el hombre mismo. Se origina en el momento que toma conciencia de lo que es y lo que debe hacerse de acuerdo con un derecho particular razonable. Pero este hombre, en consecutivo desarrollo, trasciende su esfera personal, posteriormente, cuando clasifica la justicia como “la virtud por la cual se inclina a dar a cada uno lo que por naturaleza resulta suyo”. Esta consideración sociabiliza el concepto primario en calidad de una integración ampliada, fomentando principios éticos que expresan una valoración moral sobre los fenómenos sociales (2).

La interpretación que se hace de la justicia se considera absoluta y verdadera para todos los períodos históricos, sin embargo, la realidad es otra. Los enfoques cambian con las épocas, por la influencia de la dinámica sociopolítica (3).Bastará remover estratos del pasado, desde los grandes imperios, pasando por los períodos feudales, descubrimiento y conquistas, revoluciones, hasta nuestros días para comprender las diferentes lecturas que se han hecho de la justicia, aún aceptando los rasgos comunes que afloraron en cada uno de estos tiempos. Por ende, podemos decir que las nociones de la justicia se forman partiendo de los intereses humanos que conforman la voluntad de las personas (4).

“En la justicia no cabe demora”. Esta urgencia martiana eleva la virtud puntualizada a nivel ya no de necesidad, sino de condición para el mejoramiento humano. Por su parte José Ingenieros declara que “la perfección social se traduce en un aumento de la justicia en las relaciones entre los hombres” (5). Partiendo de lo anterior y situados en nuestro contexto actual, queda claro el camino de la nación que busque la significación de sus hijos en todos los estamentos de su entramado social. Además es solo, a través del concepto de justicia, que puede medirse la eficiencia gobernativa de los Estados.

Las leyes

Alguien dijo “Toda ley encierra un principio ético. La ley general, es la primera señal de la ética de una sociedad.” (6). Pero, ¿qué es la ley?

El hombre posee inclinaciones naturales, necesidades y ambiciones que desea satisfacer. Cuando vive aislado o independiente se rige por su lógica e instinto, pero al convivir en colectivo las cosas se complican. No siempre se puede hacer lo que de manera individual conviene. Entonces en esta etapa crucial es donde, para evitar el caos, aparecen las reglas. Reglas que tienen como principal fundamento las costumbres aceptadas por el medio social y la racionalidad natural de cada periodo histórico.

Es importante para coexistir que existan estas reglas, pero sucede que algunos las olvidan (a veces internacionalmente) entonces es necesario anclarlas de manera práctica para que se transformen en algo realmente útil a todos. A partir de ahí, y con los diferentes medios que tuvo el hombre en su devenir, escribió para sí y para su comunidad esa regla, convirtiéndola entonces en “norma inmutable” a la que estaban (y están) sujetas las cosas, precepto de autoridad, estatuto o condición establecida para actos y acciones, refrendación normativa de una idea, en fin, ley (7).

La ley convierte el deber en obligación y en vinculantes a los individuos que intervienen. Las ideas se vuelven normas a través del aparato legislativo, que debe representar de manera concentrada y por medio de delegados directos los intereses de todos los sectores de la sociedad. Esto muchas veces genera contradicciones dada la diversidad del Estado moderno. Pero ¿garantiza la existencia de leyes la justicia? ¿Es el aumento de la leyes proporcional al aumento del Derecho? Analicemos.

Anatomía de las leyes

Si las leyes se originaron para hacer viable el funcionamiento de la sociedad, entonces estas leyes, al representar intereses sociales, deben reflejar su voluntad y ser congruentes con el concepto de justicia de los pueblos. ¿Sucede siempre así? Roman Livshits, doctor en Ciencias Jurídicas plantea: “Por su contenido las leyes pueden ser: progresistas, retrógradas, lógicas y contradictorias, justas e injustas” (8) ¿Por qué? P. Iudin y M. Rosental responden: “La ley es la voluntad elevada de ‘la clase gobernante’ y está determinada por los intereses de la misma” (9). Pero ¿cómo determinar los intereses de este escalón superior de poder? Sencillo, basta respondernos la siguiente pregunta: ¿La voluntad de quiénes reflejan las leyes adoptadas respecto a cualquier cuestión?

a….¿de todos?.

b….¿de la mayoría?

c….¿de una clase?

d….¿de una oligarquía?

e….¿de una persona?

En este caso queda claro entonces que la justicia dependerá no de la “cantidad” de leyes sino de la “calidad” de las mismas, y esta cualidad será el resultado de los intereses que represente el aparato encargado de fabricar dichas leyes.

El Derecho

Para los romanos los conceptos Derecho y Justicia eran vecinos terminológicos (10) y según Nersesiants, “el Derecho es una medida general de la libertad y la igualdad condicionada objetivamente…y refleja exigencia de justicia” (11). Otros aseguran que es la justicia legalizada de manera normativa. Pero de acuerdo con esos conceptos, si aceptamos –por experiencia- que no todas las leyes son justas, llegamos a la conclusión de que puede existir un divorcio entre Derecho y ley. Y aunque algunos estudiosos plantean que Derecho y ley, en rigor, coinciden en lo fundamental, otros distinguen claramente las diferencias. (N. Nersesiants, N. Malein, E. Rozin).

El Derecho, por esencia, está llamado a reflejar ideales de justicia, las leyes no siempre son justas…por ende, no toda ley es Derecho. En este sentido Derecho es solo aquella ley que representa “justicia normativa”. Apreciamos entonces que la justicia es más amplia que el Derecho, si como Derecho entendemos el carácter obligatorio de cláusulas jurídicas en condición de llevarlas a la práctica de forma coercitiva. Por ejemplo: si una idea justa se firma como norma, entonces deviene una ley; que se convierte en Derecho; si la idea que se refrenda no es justa, no será entonces Derecho, aunque sea ley.

¿Cómo podríamos saber cuánta justicia queda fuera del Derecho y cuánta ley no se corresponde con la justicia? El enfoque práctico de la vida misma da cuentas. ¿Coinciden en la sociedad lo que debe ser (voluntad de la mayoría) y lo que existe (leyes y su materialización)? Roman Livshits declaró: “Creemos que no hay necesidad de demostrar que en el ámbito de la realidad jurídica, la sociedad (…) aún no ha podido lograr la unidad del “debe ser” y “lo existente” (12).

¿Dónde está el problema?

En la sociedad, el sentido de Justicia ha de impregnar capilarmente todos los dominios de las relaciones humanas. Cada rama de la legislación; la Civil, la Estatal, la Penal, la Económica, la Procesal, la Laboral, la Ecológica, deben reflejar la Justicia en los mecanismos sociales que regulan.

Para que toda esta compleja maquinaria funcione, ha de existir una acción efectiva de los individuos que componen dicha sociedad, así como una clara conciencia de sus propios intereses, y el espacio representativo en el aparato encargado de convertir la justicia en ley, o lo que es lo mismo: fabricar el Derecho.

A la hora de leer cualquier manual de jurisprudencia encontraremos: “El Derecho representa la voluntad del pueblo elevada a categoría de Ley” (13). Por esto entendemos que el aparato estatal, los diputados y los ciudadanos tienen idénticas voluntades, R. Livshits opina al respecto: “Los profesionales expertos la formulan diestramente, los diputados la aprueban, los ciudadanos la acogen con satisfacción. Dado tal enfoque, se pierde la diferencia entre lo deseable y lo efectivo” (14). Entonces salta la pregunta: ¿lo efectivo es deseable a todos?

La diversidad

La humanidad evoluciona. Un proceso de aproximación entre los grupos sociales está en marcha. Las clases van perdiendo cada día más su carácter aislacionista para andar de alguna forma en armonía con un desarrollo integral viable, pero esto no ha dado ni dará de manera alguna un resultado homogéneo total, ni uniformidad absoluta de voluntades e intereses sociales.

En algunos asuntos podría hablarse de estos intereses comunes o cuestiones afines; proteger el medio ambiente, respetar los monumentos históricos, desarrollo educativo y cultural, preservar la paz… pero fuera de estos, las voluntades humanas dejan de ser monolíticas.

T. Zaslávskaia, socióloga de la ex-Unión Soviética dijo: “El pueblo no consta de dos clases y una capa intermedia, sino que comprende muchas decenas de grupos y sectores que ocupan distintas posiciones en la sociedad y la economía nacional. Estos grupos y sectores son: altos dirigentes económicos, funcionarios del aparato estatal, diplomáticos, trabajadores del comercio exterior, militares, ingenieros y técnicos, obreros, trabajadores manuales, habitantes rurales, jubilados, juventud y otros… ellos tienen intereses distintos y por consiguiente una voluntad distinta” (15). Por su parte el economista L. Albalkin agrega: “El Estado, (…) representa los intereses de todo el pueblo; los órganos de dirección, los intereses de los respectivos sectores (…) cada estructura de dirección, cada eslabón suyo adquiere sus propios intereses, originados por el lugar que ocupan en la división social del trabajo.” (16). R. Livshits ejemplifica de forma más clara aún: “El burócrata está por los índices brutos, por mantener su poder sobre las empresas, por los métodos administrativos de gestión, por la prioridad de los problemas de producción ante los sociales. Los trabajadores están por los índices de surtido, por la solución prioritaria de los problemas sociales, por aumentar el bienestar” (17). Esta diferencia cobra un valor significativo en aquellas situaciones en que los intereses de los grupos dirigentes y la mayoría del pueblo no coinciden. R. Livshits señala: “Precisamente la no coincidencia de intereses es la causa del enfoque residual de los problemas sociales… (18).

En la medida que el Estado o (y) el Gobierno se aleje de los intereses de la mayoría, la justicia se debilitará; aparecerán entonces nuevos conceptos de Derecho que pueden llegar ser antagónicos dentro de la propia lógica social de la nación. El nivel de justicia en el marco de una comunidad humana es la pauta que nos indica cuan cerca o lejos podemos estar del Estado de Derecho.

Estado de Derecho

El poder absoluto defiende siempre sus propios intereses y fabrica estrategias para perpetuarse. Si no se plantea la forma de controlarle crece como un baobab hasta poco menos que arruinar el asteroide social que lo sustenta. Por eso, desde hace mucho, existen vías para restringirlo. El renacimiento europeo planteaba como antídoto la “legalidad” del poder y su división en poder legislativo, ejecutivo y judicial, que hasta hoy rigen en las democracias tradicionales (19). Pero ¿basta este modelo para echar a andar el Estado de Derecho? Por supuesto que no.

La división de poderes es terreno fértil para la germinación del Estado de Derecho, porque pone límites a la metástasis de poder, generadora de autarquías y despotismos, antítesis de justicia, pero a la vez resulta insuficiente para ser considerado, por sí solo, Estado real de Derecho.

¿Qué distingue al Estado de Derecho entonces? R. Livshits responde: “…una característica del Estado de Derecho es —antes que nada— la primacía de la ley en todos los dominios de la vida social”. Pero ¿Acaso la ley no rige también en los regímenes dictatoriales, oligárquicos, policiales? Cierto, pero…la propiedad interna sustancial del Estado de Derecho es la “calidad”, la “esencia” de la ley. En el verdadero Estado de Derecho, la ley debe ajustarse al Derecho (20). Pero, ¿cómo aunar voluntades a la hora de mejorar la calidad de la ley, partiendo de la diversidad existente en la sociedad moderna? …

…ojo en esto, porque es presupuesto irrenunciable del Estado de Derecho: La manera más eficiente de mejorar “cualitativamente” las leyes es a través de la representación en el aparato legislativo de los intereses de todos los sectores de la nación, sean estos mayoritarios o no ¿Por qué? En el Estado de Derecho todos deben tener un espacio para el debate, discusión, refrendación u oposición a las leyes. El debate, la discusión, refrendación u oposición normativa son parte indisoluble del propio proceso de fabricación de la ley, y la pulen. Las exclusiones que facilitan el curso sin tropiezos de los proyectos legislativos en los parlamentos unitarios, provocan los antagonismos existentes en los regímenes opresivos. Antagonismos que destruyen las bases de la justicia social generando normas que dan al traste con los principios del Estado de Derecho.

¿Puede conocerse a través del pluralismo representativo la opinión de “todo” el pueblo? No, pero tampoco se ignora “totalmente”. Y ¿cómo saber el sentir general ante una situación determinante? El único medio conocido de la democracia inmediata es el referéndum (21). R. Livshits plantea: “Cuando se trate de promulgar leyes atinentes directa e inmediatamente a cada cual —siendo controvertida la concepción de la ley— solo un referéndum podrá arreglar la controversia” (22) y Maité Lozano, electora española asegura: “Una abstención elevada en la votación demuestra falta de conexión entre la clase política y la gente” (23).

Sin embargo el referéndum también tiene sus limitaciones. Livshits puntualiza: “la posición de la mayoría puede ser influida no solo por los intereses de los individuos, sino también por el nivel de la cultura, la información y la orientación de la propaganda” (24). Y. Blaklanov agrega: “No somos los primeros en vivir en la tierra, y la humanidad ha atesorado experiencia. Parte de esta experiencia dice lo siguiente: en su historia los hombres han luchado en más de una oportunidad por su esclavización con tanta energía y fervor, con los que sólo es lógico luchar por la libertad” (25).

Nos encontramos entonces ante una nueva encrucijada en donde solo podemos salir apelando a la experiencia acumulada por la humanidad durante cientos de años.

La voluntad del pueblo debe ser arbitrada por una autoridad independiente de los poderes actuantes y con la experiencia democrática que requiera cada momento. La voluntad de la mayoría, como fundamento para la formación de Leyes más justas, es un factor importante pero “cuantitativo”. Esto debemos tenerlo siempre en cuenta, o tropezaremos una y otra vez con las mismas contradicciones con que se han atragantado los pueblos en su devenir histórico.

Un poder civil perfectamente consolidado, con libertad de acción y opinión, sería un preciado instrumento para el desarrollo saludable del Estado de Derecho. Solo teniendo cada cual su espacio de opinión y participación en consonancia con el concepto de libertad que desprende la democracia, seremos más protagonistas de nuestros ideales de Derecho y justicia para todos. Porque la justicia no puede ser por sectores. Lo que es justicia para un sector, debe ser para toda clase(26).

Buscar la equidad en las normas jurídicas es defender un derecho natural del hombre, crear las márgenes del diálogo, una característica del Estado moderno y de la democracia contemporánea más avanzada. Renunciar a esa búsqueda es retroceder en el tiempo. Descuidar o bloquear la comunicación con el pueblo, en un ambiente de respeto y búsqueda propositiva, es una muestra clara de miopía, negligencia o senilidad política. El Derecho real debe ocupar cada día más lugar en la sociedad.

El Estado moderno ha de identificarse con el bienestar de su gente, tener en cuenta su opinión y respetar su voluntad, pero mientras se mantengan y estén en vigor leyes injustas, mientras el “Derecho” y la “Ley” difieran, el Estado de Derecho no existe (27).

“Todas las leyes de los pueblos se fundan en los dictámenes de la razón y cuando se separan de ellos; son injustas: el grito universal que las condena es una prueba de que se oponen a otra ley más poderosa que está impresa en el corazón de los hombres.”

Padre Félix Varela.

Referencias bibliográficas

1. Kushnerevich, Radi y AndreiMalenkev. “El mundo de la hipótesis. El amor ¿un instrumento de la evolución? En revista Sputnik. Abril 1989, p.47. Edit. APN.

2. Rosental, M y P. Iudin. Diccionario filosófico. Editorial Progreso. Moscú. 1987.

3. Ibidem.

4. Livshits, R. El Estado Socialista de Derecho. Edit. Progreso. Moscú. 1989.

5. Ingenieros, José. Las fuerzas morales. Edit. Losada. Buenos Aires. 1947

6. “Vindicación de Cuba”. Editora política.

7. Livshits, R. El Estado Socialista de Derecho. Edit. Progreso. Moscú. 1989.

8. Ibidem.

9. M. Rosental y P. Iudin. Diccionario filosófico. Edit. Progreso. Moscú. 1987.

10. Colectivo de autores. Derecho romano. (t. I).

11. Livshits, R. El Estado Socialista de Derecho. Edit. Progreso. Moscú. 1989.

12. Ibidem.

13. M. Rosental y P. Iudin. Diccionario filosófico. Edit Progreso. Moscú. 1987.

14. Livshits, R. Formación del Derecho y la Ley. Edit Progreso. Moscú. 1985.

15. Izvestia. 20 de abril de 1987.

16. Nauka y Zhin. 1987. Nº. 7, p. 5.

17. Livshits, R. Formación del Derecho y la Ley. Edit. Progreso. Moscú. 1985.

18. Ibidem.

19. Popov, Nikolai. “¿Quién está por encima del Poder? A.P.N.

20. Ibidem.

21. Ibidem.

22. Ibidem.

23. Revista Tiempo. Junio-julio 2006. p.9. Madrid.

24. Livshits, R. Formación del Derecho y la Ley. Edit. Progreso. Moscú. 1985.

25. “Intervención en la XIX Conferencia Nacional del PCUS.” En Izvestia, 2 de julio de 1988.

26. Castro, Fidel. Discurso de inauguración del I Congreso de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros. Teatro de la C.T.C. 22 de mayo de 1959.

27. Livshits, R. Formación del Derecho y la Ley. Edit Progreso. Moscú. 1985.



 
 
 

Archives