EL HIMNO DE AYER.... EL HIMNO DE HOY

miércoles, 29 de agosto de 2012


Himno del desterrado



Por José María Heredia

7 de septiembre de 1825

Reina el sol, y las olas serenas

Corta en torno la prora triunfante,

Y hondo rastro de espuma brillante

Va dejando la nave en el mar.



“¡Tierra!” claman: ansiosos miramos

Al confín del sereno horizonte,

Y a lo lejos descúbrese un monte...

Le conozco... ¡Ojos tristes, llorad!



Es el Pan... En su falda respiran

El amigo más fino y constante,

Mis amigas preciosas, mi amante...

¡Qué tesoros de amor tengo allí!



Y más lejos, mis dulces hermanas,

Y mi madre, mi madre adorada,

De silencio y dolores cercada

Se consume gimiendo por mí.



Cuba, Cuba, que vida me diste,

Dulce tierra de luz y hermosura,

¡Cuánto sueño de gloria y ventura

Tengo unido a tu suelo feliz!



¡Y te vuelvo a mirar...! ¡Cuán severo

Hoy me oprime el rigor de mi suerte!

La opresión me amenaza con muerte

En los campos do al mundo nací:



Mas ¿qué importa que truene el tirano?

Pobre, sí, pero libre me encuentro:

Sola el alma del alma es el centro:

¿Qué es el oro sin gloria ni paz?



Aunque errante y proscrito me miro

Y me oprime el destino severo,

Por el cetro del déspota ibero

No quisiera mi suerte trocar.



Pues perdí la ilusión de la dicha,

Dame ¡oh gloria! tu aliento divino.

¿Osaré maldecir mi destino,

Cuando aún puedo vencer o morir?



Aun habrá corazones en Cuba

Que me envidien de mártir la suerte,

Y prefieran espléndida muerte

A su amargo, azaroso vivir.



De un tumulto de males cercado

El patriota inmutable y seguro,

O medita en el tiempo futuro,

O contempla en el tiempo que fue,



Cual los Andes en luz inundados

A las nubes superan serenos,

Escuchando a los rayos y truenos

Retumbar hondamente a su pie.



¡Dulce Cuba! en tu seno se miran

En su grado más alto y profundo,

La belleza del físico mundo,

Los horrores del mundo moral.



Te hizo el Cielo la flor de la tierra:

Mas tu fuerza y destinos ignoras,

Y de España en el déspota adoras

Al demonio sangriento del mal.



¿Ya qué importa que al cielo te tiendas,

De verdura perenne vestida,

Y la frente de palmas ceñida

A los besos ofrezcas del mar.



Si el clamor del tirano insolente,

Del esclavo el gemir lastimoso,

Y el crujir del azote horroroso

Se oye sólo en tus campos sonar?



Bajo el peso del vicio insolente

La virtud desfallece oprimida,

Y a los crímenes y oro vendida

De las leyes la fuerza se ve.



Y mil necios, que grandes se juzgan

Con honores al paso comprados,

Al tirano idolatran, postrados

De su trono sacrílego al pie.



¿A la sangre teméis...? En las lides

Vale más derramarla a raudales,

Que arrastrarla en sus torpes canales

Entre vicios, angustias y horror.



¿Qué tenéis? Ni aun sepulcro seguro

En el suelo infelice cubano.

¿Nuestra sangre no sirve al tirano

Para abono del suelo español?



Vale más a la espada enemiga

Presentar el impávido pecho,

Que yacer de dolor en un lecho,

Y mil muertes muriendo sufrir.



Que la gloria en las lides anima

El ardor del patriota constante,

Y circunda con halo brillante

De su muerte el momento feliz.



Al poder el aliento se oponga,

Y a la muerte contraste la muerte:

La constancia encadena la suerte;

Siempre vence quien sabe morir.



Enlacemos un nombre glorioso

De los siglos al rápido vuelo:

Elevemos los ojos al cielo,

Y a los años que están por venir.



Si es verdad que los pueblos no pueden

Existir sino en dura cadena,

Y que el Cielo feroz los condena

A ignominia y eterna opresión,



De verdad tan funesta mi pecho

El horror melancólico abjura,

Por seguir la sublime locura

De Washington y Bruto y Catón.



¡Cuba! al fin te verás libre y pura

Como el aire de luz que respiras,

Cual las ondas hirvientes que miras

De tus playas la arena besar.



Aunque viles traidores le sirvan,

Del tirano es inútil la saña,

Que no en vano entre Cuba y España

Tiende inmenso sus olas el mar.

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