“Hay muchas asperezas que hay que limar primero. Es como enamorar a una novia guajira. Hay que empezar poquito a poquito”. Con esta frase jocosa pero llena de sabiduría y de gracejo popular se refirió el Dr. Oscar Elías Biscet en el curso de una reciente entrevista a la búsqueda de la hasta ahora elusiva unidad de la oposición cubana a la tiranía que oprime a nuestra patria.
En lo personal, me transportó a los guateques campesinos que frecuenté en mis años mozos en las cercanías de mi pueblito de Amarillas en la provincia de Matanzas. Divertirse y bailar en aquellas fiestas demandaba persistencia con las guajiritas, amabilidad hacia la omnipresente “chaperona” y cautela con respecto a los parientes celosos que resentían la invasión de los “chulanpines” del pueblo.
De regreso al tema ineludible de la coordinación de la oposición, es importante tener en cuenta la lista interminable de proyectos unitarios que se han frustrado en este más de medio siglo tanto dentro como fuera de Cuba. La mayor parte de ellos han fracasado no solo por nuestra suicida obsesión de protagonismo personal, sino por la improvisación y por la prisa.
Por eso Biscet quiere andar despacio para pisar en firme. Está consciente de que, para construir sobre bases sólidas lo que debe ser el edificio permanente de la nueva nación cubana, tiene que ser persistente y actuar con cautela. Propone, por lo tanto, proyectos periféricos y preparatorios para promover la confianza y consolidar el entendimiento que conduzcan a una colaboración perdurable entre las fuerzas de oposición. Y eso solo se logra con el trabajo en conjunto alrededor de principios y metas comunes. En uno de ellos ya trabaja por estos días el Dr. Biscet, donde su experiencia y su larga hoja de servicios en la defensa de los derechos humanos le serán de gran utilidad.
Como optimista incurable que soy, creo que las condiciones están dadas para que tenga éxito este proyecto del Dr. Biscet. No me preocupan las diferencias entre grupos opositores porque las mismas están basadas más en cuestiones de forma que de fondo y serán superadas por las fuerzas de las circunstancias que habrán de avasallarnos a todos. Como mi amigo Ricardo Bofill, “creo que la oposición no se ha dividido sino que se ha multiplicado”.
Lo que no podemos hacer es esperar por un milagro sino estar preparados para el trabajo y dispuestos a llevarlo a cabo. Los milagros se los dejamos a Dios. El trabajo es obligación de todo cubano con vergüenza y vocación de servicio a nuestro pueblo. Y en ese trabajo, haremos bien en estar conscientes de que infiltrados habrá. Protagonistas sobrarán. Obstruccionistas se presentarán. Decepcionados se multiplicarán. Pero ninguno de ellos prevalecerá porque hemos aprendido a identificarlos en estos cincuenta años.
Tampoco podemos dejarnos paralizar por la imposibilidad de lograr una unidad total. Esa unidad total ha demostrado no ser factible ni tampoco debemos considerarla como imprescindible. Por el momento, lo importante es que aquellos opositores que compartan metas, procedimientos y principios se agrupen en frentes de trabajo contra el régimen. Sobre todo, que declaren una moratoria en la crítica contra otras organizaciones y miembros de la oposición.
Ya habrá tiempo para dirimir diferencias cuando se produzca el cambio inevitable y ya visible en el horizonte cercano. Entonces habrá muchos partidos y candidatos que soliciten el respaldo del pueblo cubano expresado en las urnas. Y eso, en vez de un obstáculo a nuestra salud política, debe ser visto como un antídoto contra la tiranía y la garantía mas eficaz de la democracia transparente, madura y perdurable que merece un pueblo que ha sufrido la esclavitud mas larga que ha conocido América.
Tenemos, por otra parte, que aceptar la realidad de que, en última instancia, serán los más honestos, los más capacitados y, sobre todo, los más generosos quienes llevaran sobre sus hombros la carga de construir para las generaciones futuras la nueva nación cubana. Esos hombres y mujeres serán acreedores a nuestra más profunda admiración y gratitud porque servirán a nuestro pueblo a pesar de su demostrada venalidad e ingratitud. Nadie sin una gran vocación de servicio se prestaría a este terrible ejercicio en masoquismo político.
Tengo la firme convicción de que Oscar Elías Biscet está dispuesto y preparado para emprender esa gigantesca y heroica tarea. Quede, sin embargo, bien claro que es uno entre otros con los cuales he mantenido contacto y he aprendido a respetar, dentro y fuera de Cuba, a lo largo de este prolongado y azaroso camino de medio siglo. Pero si debemos reconocerle una ventaja sobre los demás. Biscet tiene experiencia en enamorar guajiras como lo demuestra su éxito en la conquista de Elsa Morejon, hija genuina de nuestra campiña cubana. Por el bien de todos le deseamos la misma suerte en este romance guajiro con el pueblo de Cuba.
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EL “AMOR A LA GUAJIRA”, SEGÚN BISCET.Por Alfredo M.Cepero.
lunes, 25 de abril de 2011
Publicado por Unknown en 13:57
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