Para ellos la música cómplice de la dictadura no es vergüenza que asfixia, ni oscura fantasía: es simplemente oxígeno, alimento vital para sus almas frágiles.
Para la inmensa mayoría de ese conglomerado de cubanos que integran el llamado Exilio Histórico, y para quienes habiendo llegado a tierras de libertad en años recientes tienen una conciencia clara de lo que significa un verdadero exiliado político, la visita de Los Van Van no los movió a tomar parte de la pachanga de Juan Formell en el James L. Center de Miami, el pasado 31 de enero. Es evidente que por encima de todo impulso festivo para estos dignos cubanos están su orgullo y sus principios. Y están vigentes, porque en Cuba nada ha cambiado, las razones que motivó su destierro. Son, para decirlo con palabras sencillas, personas que guardan respeto y consideración por los que en holocausto ejemplarizante de hidalguía regaron con su sangre en la tierra cautiva la semilla de la libertad. Y son, junto a este complemento de amor y gratitud, personas que al mostrarnos en honrosa actitud que sienten respeto por sí mismos, nos mueven a que también sintamos respeto por ellos.
Pero la ingratitud es común de los pueblos. Por esa razón, para esa otra parte del exilio inconsciente, que no inspiran respeto sino un poco de lástima, para los que salieron de la Isla por la triste aventura de garantizarse un pitusa de marca, y ganarse el derecho de regresar un año más tarde a la tierra que le arrebataron en condición de “turistas”, la presencia de Los Van Van en Miami fue un acontecimiento feliz. La exaltación de su sangre rumbera fue irresistible tentación para sus liberales mentes.
No hay duda de que este es un reflejo del llamado “hombre nuevo” forjado a base de consignas en los laboratorios de los hermanos Castro. Un reflejo de cómo se ha torcido la conciencia en esa parte de la población cubana que ha enarbolado por años y años la bandera de la doble moralidad. Nada más lejos de la honradez, ni más despreciable, es el servilismo. Nada más lejos del pensamiento y de la doctrina de José Martí, quien sabiamente proclamó: “El hombre que no dice lo que piensa no es un hombre honrado”. Y ese es uno de los más importantes retos que se nos presenta para la Cuba del mañana. Conseguir que esa parte de la población se reencuentre a sí misma y se encauce por los caminos de la dignidad humana, es probable que no sea tarea fácil.
Estas son inevitables inquietudes que ha traído a mi mente el controversial espectáculo musical presentado en la ciudad de Miami por el Sr. Juan Formell y su afamada orquesta Los Van Van. Son estas mis reflexiones ante la dolorosa realidad de esa parte del exilio festivo, que aunque físicamente integran la diáspora cubana, espiritualmente, aunque son parte de la tragedia de una infeliz nación, tatuada de cárceles y campos de concentración, de miserias y náufragos, continúan hincados de rodillas ante la tiranía. Para ellos la música cómplice de la dictadura no es vergüenza que asfixia, ni oscura fantasía: es simplemente oxígeno, alimento vital para sus almas frágiles.
Ernesto Díaz-Rodríguez es Secretario General de Alpha 66 y Vicepresidente de Unidad Cubana. Ex – prisionero político, poeta y escritor. Pasó más de 20 años en las prisiones castristas.
"Inevitables Inquietudes"Por Ernesto Diaz Rodriguez,(Cuba Info)
jueves, 4 de febrero de 2010
Publicado por Unknown en 2:54
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