domingo, 27 de febrero de 2011
La saga de agentes encubiertos, de topos dentro de las filas de grupos opositores, me produce más bostezos que alarma. Cuando presentan a uno de esos “héroes” en la televisión oficial, siento que estoy ante un serial de ficción donde los personajes son actores, el guión ha sido escrito por alguien con dotes literarias y las escenas se han filmado una y otra vez hasta parecer convincentes. La estrategia del policía secreto ha sido demasiado explotada en la pantalla chica cubana, demasiado usada en nuestra realidad. La idea es hacernos creer que cualquier amigo, familiar o hasta nuestros propios hijos son una suerte de Mata Hari que dado el caso declararán contra nosotros. La desconfianza se convierte así en un elemento paralizante.
Conocí a Carlos Serpa Maceira una vez que vino a mi casa, porque quería abrirse un blog y que lo ayudara en ese empeño. Se le ocurrió contarnos a Reinaldo y a mí que había estudiado en la escuela de Periodismo por allá por los inicios de los noventa. Le preguntamos por algunos amigos nuestros que cursaban la misma especialidad en esos años y fue penosa su confusión. No conocía uno sólo de los nombres que le mencionamos. Cuando se fue, mi esposo y yo comentamos sobre aquel pobre diablo que se inventaba un diploma universitario. No asocié aquello con la posibilidad de que trabajara para la seguridad del estado, lo confieso, pero lo etiqueté con uno de los calificativos más fuertes que utilizo para esos individuos, el de mitómano.
Dos años después, ayer sábado, recibí un breve sms de Serpa Maceira. En apenas 90 caracteres y con cuatro faltas de ortografía me decía que necesitaba verme urgentemente o que lo llamara. No hice ni lo uno ni lo otro. Fue el último señuelo que me lanzó, la desesperada carnada para grabar una conversación conmigo que probablemente hubiera salido en el programa que trasmitieron esa misma noche. Su rostro en la tele no fue una sorpresa, su regodeo en cómo espiaba a las Damas de Blanco y a periodistas independientes me pareció patético. Mientras ponían los créditos del serial, le envié un breve mensaje a su móvil: “Roma le paga a los traidores, pero los desprecia”.
Quise decirle más, pero ya tiene suficiente con el vilipendio que le propinará su propio César, esa institución para la que trabaja y apenas si lo considera un “chivato” más.
Agente 000 Publicado por Yoanis Sanchez en su Blog Generacion Y.
Publicado por Unknown en 18:25
Etiquetas: Generacion Y
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