domingo, 20 de marzo de 2011
A nadie ya le quedan dudas de lo cerca del final de la dictadura que ha oprimido a Cuba en los últimos 51 años. Los acontecimientos recientes señalan inequívocamente el camino de la libertad, de la mano de jóvenes blogueras, de héroes albañiles y de Damas de Blanco.
No obstante lo anterior, hay peligros asechando en la compleja senda que conduce a la derrota de la dictadura. El contexto actual, insertado en un panorama irregular, llama a los cubanos a la reflexión con los planes de naciones supuestamente “amigas” --Estados Unidos y España– países tradicionalmente influyentes en la política exterior cubana, cuando de destrabar el camino a la democracia se trata, durante al probable apelo a la ayuda solidaria para el triunfo.
En realidad, la situación interna se ha tornado irrespirable políticamente para la dictadura, aunque todavía no ha habido un desbalance militar. Tradicionales defensores del “paripé” fidelista, como Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, son cada vez más directos en sus críticas.
Sin embargo, es la presión externa la que más mella está haciendo ahora en la costra defensiva dictatorial. Ya nadie cree en la “revolución cubana” y el derrumbe de su castillo de naipes se ha hecho sentir de norte a sur y de este a oeste. Es el fin de un largo y terrible camino, recorrido por una camarilla que acabó con el país, creando una República de mentiras y jineteras.
Hay cuatro indicios fuertes que nos señalan los peligros potenciales que se avecinan. En primer lugar, el alerta que nos lanzara hace pocos días Lech Walesa, cuando expresó que “EUA pretende convertir a Cuba en un museo del marxismo”. La aseveración toma como base la inacción de EUA en los últimos veinte años, dejando a la dictadura “morir en su propia salsa”.
El segundo indicio vino de parte del influyente senador John Kerry, cortando la ayuda norteamericana a la disidencia cubana, precisamente cuando más la necesita. El tercer indicio lo dio el propio presidente Obama al proclamar, demasiado tardíamente (quizá a partir de presiones de la familia Estefan) y usando un portavoz (no personalmente) para “regañar” a los hermanos Castro, que le respondieron en un tono paternal, más amistoso que hostil.
En cuarto lugar y no menos importante que los anteriores, la terca posición de España en el contexto europeo insistiendo en una política de acercamiento a la dictadura, a pesar de la bárbara represión de los últimos días. Otros indicios menos importantes, pero en la misma dirección de los anteriores, es la posición del Brasil de Lula da Silva favorable a la dictadura castrista (por ser una dictadura de “otros”, porque la de él no le gustó nada) y la tibia posición de Latinoamérica (Uribe, Calderón, Alan García) y un largo etcétera de “solidarios con Fidel”.
¿Qué significan estos indicios? Cuando Walesa dice que EUA quiere convertir en un museo del marxismo la isla, nos está diciendo que Estados Unidos no moverá un dedo para que la dictadura cubana se derrumbe. Ya lo hubiera hecho Clinton en su época y no lo hizo; ya lo hubiera hecho Bush en su época y no lo hizo y lógicamente, no lo hará Obama, que manda a terceros a “amonestar” a la dictadura cubana por “portarse mal”, mientras coordina con Kerry para detener el tibio apoyo a los patriotas cubanos, “no vaya a ser que aquello se caiga”.
Es triste reconocerlo. El miedo norteamericano a una estampida balsera repleta de chulos y jineteras, delincuentes de alta catadura recién liberados de las cárceles cubanas y enviados como “regalo de griego” de la dictadura cubana, mezclado con personas de poco empuje emprendedor, educados para no trabajar, se materializaría como la pesadilla que tanto temen los norteamericanos dentro de su país cuando falten “las manos fuertes” de Fidel y Raúl.
Por otro lado, los estrategas de Washington ya han elaborado un “escenario” futuro con Raúl en el poder, a la muerte de Fidel, en el que piensan preparar a la sociedad cubana para evitar la “mexicanización” de la isla (pensando en el narcotráfico y la violencia que reina en México) de manera a alejar de sus costas esa plaga que pudiera posarse sobre una Cuba post Castro.
En el contexto actual --todos sospechamos que la administración Obama está negociando tras bambalinas con la dictadura cubana para prevenir lo antes dicho-- los cubanos debemos de analizar la conveniencia de esta solución (buena para EUA) si también lo es para nuestro país.
Con relación a España, hay más elementos para saber exactamente lo que pasa por la cabeza de los empresarios y políticos españoles que explotan nuestras riquezas con permiso de la dictadura y en complicidad con la misma. España simplemente tomó partido directo por la dictadura, para defender una solución que no implique la salida del gobierno de Raúl Castro (o un sucesor “socialista”) en aras de no perder (porque sí que los perdería) todos sus privilegios.
Visto así, el panorama continúa siendo de ‘fin de régimen’, pero con la filosofía ‘lampedúsica’ de “hacer cambios para que todo continúe igual”. Enfrentamos un hecho real: los dos países más influyentes (históricamente) en la política exterior cubana, confluyen en bendecir una solución que no implique desmantelar la dictadura de los hermanos Castro. EUA porque teme un “vacío de poder” con su consiguiente estampida balsera hacia sus costas; y España para no perder (de nuevo) la isla que desde el Siglo XIX adoran como su paraíso de mulatas en América.
Argumentos para dar una solución negociada al ‘problema cubano’ llevándolo por el camino que conviene a Estados Unidos y España, existen en demasía; razonamientos que Raúl seguramente ‘comprendería’, después de la muerte de Fidel. Quedaríamos los cubanos a merced de soluciones que satisfacen intereses foráneos --y lo peor-- con los “hombres fuertes” de Fidel y Raúl al frente del gobierno, para evitar la estampida balsera por un lado y la permanencia de los intereses españoles por otro.
Adicionalmente a todo esto, los cubanos no hemos sabido (o no hemos podido) estructurar una alternativa confiable de poder a los ojos del mundo. La participación masiva nunca vista en las manifestaciones recientes de Miami, Los Ángeles, Nueva York y Chicago, se han conseguido por iniciativa de la sociedad civil y no por la convocatoria de representantes políticos del exilio.
¿Estamos condenados a un nuevo “Tratado de París” después de más de 100 años? ¿No somos capaces los cubanos de tomar nuestros propios destinos, sin ser peleles de intereses foráneos? Tres escenarios posibles se expondrán a seguir:
Primero: Hay un golpe de estado interno, por alguna de las ramas de las fuerzas armadas cubanas, con vistas a erradicar la dictadura e implantar un sistema democrático. Esta posibilidad es factible debido a la evidencia del fracaso ideológico, político y moral de la dictadura y pudiera ser la única solución desde dentro. En esta solución hay variantes.
Segundo: Fidel muere y Raúl negocia con EUA para permanecer en el poder, mientras transige en hacer cambios en la economía para mejorar la vida de los cubanos y abre a la participación política en municipios y provincias. También se abren variantes en este caso.
Tercero: A la muerte de Raúl, después de muerto Fidel, estalla la guerra civil en la isla, lo que implica la intervención de tropas extranjeras en el conflicto.
El único escenario conveniente a los intereses cubanos sería el primero, que permitiría una negociación del nuevo gobierno con las potencias extranjeras, imponiendo condiciones y dando garantías, siempre nacidas del sentimiento nacional. Cualquiera de las otras variantes (más posibles que la primera) los cubanos siempre iremos a remolque de las decisiones foráneas
Nunca imaginé que ver el fin de la dictadura tan próximo, implicaría en tanto pesar.
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