sábado, 24 de julio de 2010
(Elias Amor,economista Union Liberal Cubana,ULC)
(www.miscelaneasdecuba.net).-Ahora ya no estamos en el Período especial, pero es mucho peor. Las deficiencias estructurales del modelo económico estalinista se han vuelto a poner de manifiesto con toda claridad en el ejercicio de 2009, provocando un desplome del crecimiento económico en Cuba, que no oculta la pésima calidad de las decisiones de gobierno en materia de política económica de Raúl Castro y su equipo.
Ya no hay espacio para más reflexiones ni dudas, ni para más debates abiertos y pérdidas de tiempo, sino que es preciso definir el rumbo de la nave y situarla en la dirección correcta, que no es otra que la transformación de base del sistema.
De la intervención económica, la planificación y la propiedad estatal, al mercado como instrumento de asignación de recursos y hacia un marco estable y legítimo de derechos de propiedad para toda la población.
La experiencia de la denominada “revolución” ha sido un fracaso, a la vista de los nuevos datos, y si los cubanos aspiran a que su economía siga funcionando, necesitan impulsar cambios de 180º que la voluntad política del raulismo castrista no alcanza. Y mucho menos ahora, que el hermano anda visitando acuarios y reuniéndose con el cuerpo diplomático para explicar las consecuencias de una, no se sabe bien, guerra nuclear.
Ahora ya no existen justificaciones para retrasar decisiones o posponer cambios estructurales en la economía cubana. Se han perdido 50 años de experiencia totalitaria, tirando por la borda las capacidades productivas y emprendedoras de una de las poblaciones más dinámicas de América Latina, pero hay que reaccionar. Se ha criminalizado el ejercicio de la empresa privada, se ha perseguido injustamente la obtención del beneficio como modelo de comportamiento económico, y se ha penalizado como delito actividades comerciales y de distribución.
Todas estas estupideces del castrismo deben ser olvidadas para siempre. No hay alternativa al modelo económico basado en la propiedad privada y el mercado. Las autoridades lo saben, lo sabe Raúl Castro, y posiblemente, también lo supo Fidel Castro, pero en su empeño absurdo de ser el “primer comunista de la clase”, ha enterrado en la miseria a 11 millones de seres humanos. Ya toca cambiar.
Así lo dice el último Informe de CEPAL, que acaba de ser publicado, con los resultados de la economía cubana para 2009, un 1,4%. La caída en picado de las cifras de crecimiento del PIB de la economía de la Isla desde 2006, cuando se registró el “milagro” del 12,1% pone de manifiesto que las cosas no sólo no se están haciendo bien, es que no se está haciendo nada.
La parsimonia con que Raúl Castro ha ido adoptando medidas de parcheo para salir de la grave situación económica, no contribuyen a estimular la creación de renta y riqueza de una economía que es incapaz de alimentar a su población, que no consigue cumplir sus compromisos de pago y deuda, y que ha vuelto a centralizar recursos en manos del Estado una vez más, recortando los espacios que se habían abierto para la escasa iniciativa privada.
El diagnóstico de CEPAL es muy claro. La economía cubana ha tenido dificultades por tres “canales principales que se retroalimentaron”.
En primer lugar, “el aumento de precios internacionales de los alimentos y su traslado a la factura alimentaria de importación”. La pregunta es, ¿qué ocurre con la agricultura cubana, otrora productiva y eficiente antes del drama del castrismo, para que no pueda producir lo suficiente para alimentar a la población, y además, exportar a otros países, a precios competitivos?
La ineficiente producción estatal, el abandono de tierras, la escasa capacidad de la iniciativa privada y el limitado impacto de las entregas de tierras, actúan de forma negativa sobre la capacidad productiva de la agricultura cubana, que seguirá siendo un freno al crecimiento si no se liberaliza plenamente.
Raúl Castro ya sabe que entregar tierras no genera producción, que hace falta otro tipo de medidas que permitan aumentar las dimensiones para ganar en rendimientos a escala, facilitar los productos fitosanitarios y las inversiones en la actividad agrícola, fomentar los canales de distribución, autorizar la entrada de capital extranjero en la agricultura y fomentar el desarrollo de la empresa privada con capacidad para contratar trabajadores y obtener beneficios.
En segundo lugar, “la caída de las exportaciones, sobre todo de níquel, que es el principal producto que vende Cuba en el exterior”, y con su efecto negativo sobre la relación real de intercambio. Más de uno se habrá acordado de la dramática decisión de Fidel Castro en 2002 de dar el cierre definitivo a la industria azucarera, enviando al desempleo a miles de trabajadores y poniendo fin a un sector de notable impacto en la historia productiva de Cuba.
Con los precios del azúcar en 2010 un 60% por encima de sus valores medios en los mercados mundiales, las cosechas de la Isla habrían sido un potente estímulo de ingresos del exterior. Pero ahora, ocho años después, andan todavía eliminando ingenios y destruyendo más aún al sector. No tienen remedio. Ni el paso de los huracanes ha causado tanto daño a la capacidad productiva de la economía cubana como la decisión personal de Castro de acabar con la industria del azúcar, y ahora se observan las consecuencias.
Tercero, dice CEPAL que “las difíciles condiciones del financiamiento externo a Cuba se endurecieron más y cayó el crédito de proveedores”. Normal. En asuntos económicos, quién no paga, entra a formar parte del registro de morosos, y su capacidad para obtener financiación, es menor o simplemente, desaparece.
Este es un ejemplo de lo alejados de la realidad que están los gestores de la economía cubana. ¿Pero es que Raúl Castro cree que se puede seguir funcionando, como lo hacía su hermano, sin pagar las deudas, reteniendo pagos a las empresas y dificultando la devolución de beneficios a las casas centrales de las empresas establecidas en Cuba?
Este es el origen real del bloqueo castrista, y no otro. Al final, acaban comprando a Estados Unidos y pagando al contado, la versión del “bloqueo”. Otra cuestión es de dónde sacan el efectivo, y por eso que se lo pregunten a Canadá, España o a Holanda, que forman parte de la cola de deudores del castrismo.
Conclusión, mal, muy mal se presentan las cosas para la economía del raulismo castrista. Enderezar el rumbo de la nave no va a ser fácil. Las “reformas” no están dando los resultados previstos, porque no son las más adecuadas, se quedan cortas y no tienen una visión estratégica.
El mundo ya no es negro o blanco, sino que admite tonalidades, pero existe una certeza de que el modelo económico que funciona es uno, y no otro. Si el régimen no se da prisa, el año que viene puede ser incluso peor. Lo peor para un sistema político que tiene que cambiar y transformarse.
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