José Alberto Álvarez Bravo.
Es de imaginarse bajo cuánta presión funcionan las mentes de los estadistas. Puede entenderse que un jefe de estado incurra, esporádicamente, en algún lapsus mentis. Memorable fue cuando Castro I dijo: el socialismo está caduco. Ahora estamos en presencia de un garrafal lapsus de otro estadista, -casualmente también de izquierda- íntimo amigo de la dinastía Castro, Luiz Inacio Lula da Silva, elegido democráticamente como Presidente de la República Federativa de Brasil.
Este buen señor, que dedicara toda su vida a enfrentar el status quo impuesto en la sociedad brasileña, hoy es el principal exponente del orden establecido en su país. Por ende, trasmutó de impugnador a sostenedor del ordenamiento institucional, con la particularidad de que ahora romancea públicamente con los gorilas de La Habana.
En este último idilio Castro-Lula parece haberse producido un contagio disfuncional en la mente del sudamericano, comprensible por demás. Según este respetable señor, los disidentes pacíficos encarcelados por sus amorosos anfitriones son “bandidos”.
Tengo la certeza de que, cuando Lula dijo “bandidos”, a quien tenía en mente no era a los opositores pacíficos cubanos, sino a los propios hermanos Castro Ruz. Pero corregirse –en sentido literal- fue algo a lo que no alcanzó su menguada decencia.
Si estuviera a mi alcance daría un consejo al presidente brasileño: recuerde el refrán que dice dime con quien te abrazas y te diré quien eres.
Si estuviera a mi alcance daría un consejo a los opositores brasileños: estén alertas con Lula, no sea que el contagio haya invadido otras zonas de su masa cerebral, y de pronto se vean tras las rejas, con un cartel de “mercenarios del imperio”, “bandidos” o “antisociales”, epítetos adjudicables a todo el que piense diferente a los “líderes” izquierdistas.
El consejo puede muy bien hacerse extensivo a otros países del área. Si Usted me pregunta: ¿Venezuela?, lo más probable es que le diga: por ejemplo.
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