jueves, 11 de marzo de 2010
Desde hace mucho tiempo las ideas contenidas en este artículo me daban vueltas en la cabeza. Mil veces me he preguntado como fué posible que un pueblo integrado por hombres y mujeres de imaginación, orgullo e iniciativa para triunfar, como lo hemos hecho en este medio siglo, en los cuatro rincones del globo pudimos caer en la pestilente tembladera de la tiranía castrista. Consciente de que mi diagnóstico podría ser erróneo, y asumiendo el riesgo de provocar alguna que otra airada objeción, digo que nuestra tragedia nacional fue el resultado de nuestra supina indiferencia ciudadana, nuestro aberrante individualismo y nuestra enfermiza idolatría por líderes que hacían ostentación de sus altos niveles de testosterona.
Desde la fundación de la república en 1902 hasta el año 1933 estuvimos gobernados por generales y profesionales que basaron sus aspiraciones políticas en los servicios prestados durante las guerras de independencia. En 1933, una generación integrada por estudiantes, obreros, profesionales jóvenes y clases militares trató de subsanar los vicios de los viejos patricios derrocando al régimen dictatorial del General Gerardo Machado y prometiendo un nuevo comienzo pletórico de honestidad, transparencia y servicio público. Todos sabemos en que se convirtieron las promesas y como caímos en el pozo ciego de 1959.
Precisamente en ese año saludamos con euforia irresponsable y fanática lo que se convertiría en otro intento fallido de hacer realidad la república de nuestros libertadores. El proceso apresurado e improvisado de quitarnos de encima una dictadura oportunista y rapaz nos condujo a esta tiranía obscena, despiadada y alucinante que ha asolado a nuestra patria con la furia destructiva de las bíblicas plagas de Egipto.”Cualquiera es mejor que Batista”, decía la gran mayoría que se negaba a tomar en cuenta la hoja criminal del autoproclamado mesías.
Si los cubanos queremos evitar que desgracias similares se repitan en nuestro futuro nacional tenemos que, al igual que los alcohólicos y drogadictos decididos a curarse, empezar por someter a un exhaustivo escrutinio a nuestros aspirantes a líderes y por reconocer las causas de nuestros males. Por ejemplo, es innegable que, a lo largo de nuestra historia republicana, los profesionales, los empresarios y los ciudadanos exitosos se mostraron renuentes a participar activamente en la vida política del país. La política era un menester de los pillos y una tarea indigna de las personas decentes. Pues bien, aquellas lluvias trajeron estos lodos que han lanzado a la muerte, la cárcel y el exilio a quienes pudimos haber sido los arquitectos de la nación soberana, libre y justiciera de Martí y Varela.
Tampoco podemos ignorar un individualismo que, matizado de arrogancia y de egoísmo, nos incapacita para colaborar en proyectos donde no ostentemos la mayor jerarquía y muchas veces nos hace insensibles ante los infortunios de nuestros compatriotas. Prueba irrefutable de lo primero son los centenares de organizaciones que, dentro y fuera de Cuba, se proclaman intérpretes y representantes de las aspiraciones del pueblo cubano.
Prueba fehaciente de lo segundo fue el silencio cómplice de la gran mayoría de nuestro pueblo ante las confiscaciones masivas, injustificadas e ilegales en los primeros años de la orgía revolucionaria de empresas y propiedades privadas obtenidas con el trabajo honrado de sus dueños. Con nuestra habitual ironía, los cubanos de entonces bautizamos aquella deplorable conducta como “la reacción del callo”. Nadie protestaba hasta que no le intervenían sus propios bienes y le pisaban el callo. Para entonces ya era tarde y el intervenido se unía a las filas de los despojados que ya eran impotentes para contener la avalancha de terror, despojo y desolación.
Pero no tengo duda alguna de que el peor de nuestros pecados ha sido la idolatría por los falsos líderes. Los casos mas notorios son harto conocidos por quienes tengan aunque sea una idea remota de la historia política de Cuba. Pero, a manera de ilustración, vale la pena repetirlos. El General Machado fue adulado con el apodo ridículo y rastrero de “El Egregio”. Y, en el colmo de la abyección, cuando Machado preguntó por la hora a uno de sus ayudantes éste le contestó: “La que usted quiera general”. La propaganda política de Batista ostentaba el lema de “Este es el Hombre”, como si el resto de los cubanos de sexo masculino hubiéramos sido eunucos. Al churroso barbudo de la Sierra Maestra no sólo lo apodamos “El Caballo” sino le dijimos “Fidel, esta es tu Casa”. Y el degenerado se la cogió.
No me parece necesario abundar en mas detalles para sustentar el argumento de que los cubanos tenemos que abandonar nuestra costumbre maligna de adorar líderes y de poner en sus manos no solo los destinos nacionales sino nuestra libertad, nuestra prosperidad y, por ende, nuestra felicidad personal y la de nuestra descendencia. Estoy cansado de escuchar la justificación lastimera e indigna de que no hemos liberado a Cuba porque no tenemos un líder.
Por el contrario, contemplo como una bendición del Cielo el hecho de que quienes trabajamos hoy por la libertad de Cuba no tenemos un lider gigantesco, infalible y todopoderoso. El único con esos atributos es el Dios de los católicos, de los protestantes, de los judíos y de los feligreses de cualquier otra religión que se les antoje profesar porque todos tendrán cabida en la república democrática de mañana. Pero, por favor, pongamos fín a los santos de carne y hueso. Dejemos de edificar altares y de atribuirle poderes sobrenaturales a nuestros políticos y gobernantes.
Lo que Cuba necesita son ciudadanos cumplidores de sus deberes, celosos de sus derechos y conscientes de su poder para poner y quitar gobierno. El pueblo de Cuba no necesita un líder sino gobernantes sujetos al mandato de los gobernados y que trabajen por la felicidad de sus conciudadanos. Porque ni los ciudadanos son ovejas ni los pueblos son rebaños. Nuestra historia republicana y, sobre todo, este medio siglo de barbarie deberían ser suficiente enseñanza y acicate para que cada cubano se sepa depositario de una parte de nuestra soberanía nacional y tome las riendas de su propio destino.
Miami, Florida, USA, 3-11-2010
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