Denuncian periodistas extrangeros destacados en Cuba,que tienen que ser cuidadosos,en lo que reportan,por fuertes presiones del Regimen Castrista.

domingo, 21 de febrero de 2010

 
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El actor puertorriqueño Benicio del Toro,es abordado en la Habana por la prensa Extrangera,tras ser galardonado con el premio que otorga el Regimen Cubano,Tomas Gutierrez Alea.(30 de Junio 2009)


POR JUAN O. TAMAYO
JTAMAYO@ELNUEVOHERALD.COM

Una reportera española radicada en Cuba por cinco años escribió que "es raro el periodista que no suaviza sus reportajes para evitar ser expulsado del país''.

Otro corresponsal radicado allí durante cuatro años escribió: "La autocensura es una práctica muy común''. Y también: "Nadie en la isla puede escribir la verdad de lo que pasa allí. Los corresponsales sólo pueden aproximarse a la realidad''.

Juntos, los libros recientes de Isabel García-Zarza y Vicente Botín han sacado a la luz pública una dura realidad que los corresponsales extranjeros en Cuba sólo han admitido previamente en privado: que las fuertes presiones del gobierno los obligan regularmente a andarse con cuidado en cuanto a las historias delicadas.

"El público extranjero está recibiendo una imagen de Cuba que está, por lo menos, minimizada'', afirmó García-Zarza desde España en una entrevista telefónica. "Pero siempre es mejor un 80 o 90 por ciento de la realidad que nada''.

"Por supuesto que mis editores en España estaban perfectamente conscientes de lo que pasaba, pero para ellos era importante mantener un corresponsal en Cuba'', explicó Botín a El Nuevo Herald en otra llamada telefónica desde España.

Autocensurarse para evitar ser expulsados ha sido siempre común entre los corresponsales extranjeros radicados en países con gobiernos represivos, desde el Irak de Saddam Hussein hasta la antigua Unión Soviética.

Incluso en las democracias, "los corresponsales están conscientes de la presión para [. . .] que oculten información o la presenten de una manera que no ofenda sin necesidad a las fuentes'', indicó Ed Wasserman, quien enseña Etica Periodística en la Universidad Washington & Lee de Virginia.

Pero, después de que se le leyeron varios pasajes de los dos libros españoles, Wasserman dijo que las presiones cubanas parecen haber obligado a los corresponsales a cruzar la línea de la discreción razonable.

"Lo que ellos están diciendo en realidad es que el precio de su estancia en Cuba fue su inhabilidad de funcionar como periodistas'', comentó Wasserman. "Ellos se incapacitaron a sí mismos para poder permanecer allí''.

Botín y García-Zarza no están de acuerdo y argumentan que los más o menos 150 corresponsales extranjeros radicados en Cuba escriben y transmiten historias que pueden disgustar al gobierno pero que son demasiado importantes como para poder evitarlas, como por ejemplo la salud de Fidel Castro, la represión contra los disidentes y el caos económico.

Sus libros --el de ella, La Casa de Cristal, y el de él Los Funerales de Castro, ambos publicados en España a fines del año pasado-- brindan ejemplos de cómo escribieron historias delicadas a pesar de los esfuerzos del gobierno cubano por controlar su trabajo.

Mientras escribía una historia sobre los disidentes, "no puedo abandonar cierta angustia, e incluso considero la posibilidad de abandonar la historia [. . .] pero luego decido que no puedo permitirles que me intimiden'', escribió García-Zarza, quien trabajó en Cuba para la agencia de noticias Reuters entre 1999 y el 2004.

Cuando funcionarios cubanos ordenaron a todos los corresponsales en La Habana que no reportaran "ni una palabra'' luego de que Castro se desmayara durante un discurso en el 2001, ellos reportaron el evento de todas maneras, escribió ella.

Pero en muchos de sus comentarios sobre su trabajo como corresponsales admitieron que también se plegaron a menudo a las presiones del gobierno cubano y su Centro de Prensa Internacional (CPI), el cual entrega las acreditaciones que estrictamente se requieren para trabajar allí como periodistas.

El CPI entrega además los papeles necesarios para que los corresponsales puedan adquirir artículos necesarios, tales como equipos de aire acondicionado, señaló García-Zarza, "y, por supuesto [. . .] no puedo evitar pensar en eso''.

Los corresponsales creen firmemente que los agentes de Seguridad del Estado espían todo el tiempo sus teléfonos, casas y automóviles, y que los siguen a menudo.

"A veces la vigilancia policial es deliberadamente indiscreta, para intimidar'', escribió Botín, quien fue corresponsal de Televisión Española en Cuba entre el 2005 y el 2008.

Botín añadió que los agentes de la Seguridad también vigilan "las ideas políticas, las preferencias y sobre todo las debilidades, como drogas, sexo, alcohol y juego'' de los corresponsales.

El sistema de presiones "funciona a la perfección. Uno se convierte en su propio censor'', escribió García-Zarza.

Cuando Castro volvió a desmayarse durante el funeral de un simpatizante del gobierno el 16 de febrero del 2006, "nadie reportó nada'' debido a "las recomendaciones de la Seguridad del Estado'', según Botín.

"La espada de Damocles cuelga de un delgado hilo sobre las cabezas de los corresponsales acreditados en la isla, y la más leve brisa puede hacerla caer'', escribió.

García-Zarza señaló que su primer encontronazo con el CPI ocurrió después de que ella escribiera sobre la prohibición del gobierno de que los cubanos entraran a los hoteles turísticos. Una funcionaria del CPI la hizo venir al centro, y "como era la primera vez [. . .] ella jugó el papel de la hermana mayor que trata de abrir los ojos a su alocada hermana menor, quien no ha entendido todavía las dificultades que enfrenta la isla''.

Pero luego de que una segunda historia fuera considerada demasiado crítica, la misma funcionaria la llamó por teléfono "gritándome cómo podía yo haberle hecho eso, que ella me lo había advertido, y que yo sabía muy bien que esto iba a traer consecuencias'', escribió. "Yo me eché a llorar desconsolada''.

Una queja posterior del CPI fue enviada por correo electrónico al supervisor de García-Zarza en La Habana, diciendo: "Cuando ella ha llegado a este extremo, debería preguntarse a sí misma si es que ya ha agotado su utilidad en su puesto''.

García-Zarza permaneció en Cuba hasta el final acordado de su misión, pero un corresponsal británico de Reuters en La Habana, Pascal Fletcher, fue obligado a irse en el 2001 después de que Castro atacara públicamente sus reportajes y el CPI dejó saber que no renovaría sus credenciales de prensa.

"Supongo que no había alternativa, pero me duele mucho'' que Reuters aceptara enviar a Fletcher a otra parte, agregó ella. "Al final lo importante es mantener la puerta abierta. Después de tantos años, nosotros [Reuters] no podemos arriesgarnos a que nos expulsen ahora. . . No puedo decir que estoy orgullosa de cómo manejamos esta situación''.

Más adelante en el libro, basándose en un diario que ella llevaba, escribió: "Han pasado un par de meses desde el [caso Fletcher], sólo cubriendo lo absolutamente necesario, teniendo el mayor cuidado con cada historia. Todos tenemos el miedo metido en los huesos. Hasta el punto en que, cada vez que escribimos algo, nos preguntamos unos a otros si ‘les va a gustar a ellos' ''.

Unos 150 medios de prensa extranjera están acreditados actualmente por el CPI, desde CNN y la Associated Press, con sede en Estados Unidos, hasta periódicos y cadenas de Europa, Asia y América Latina.

Editores de tres medios de prensa que tienen o tenían corresponsales en Cuba no quisieron hacer declaraciones para esta historia, y lo mismo hizo Fletcher. The Miami Herald y El Nuevo Herald, quienes durante varios años no han recibido el permiso de Cuba para reportar desde allí, han enviado reporteros a la isla como turistas sin acreditaciones del CPI.

Alberto González, portavoz de la misión diplomática cubana en Washington, dijo que él no había leído los libros de los periodistas españoles, pero les restó importancia, diciendo que formaban parte "de una moda de escribir libros sobre Cuba para hacer dinero. Si ellos escribieran la verdad sobre Cuba, los libros no se publicarían, y por eso ellos tienen que mentir''.

"Ellos no se hubieran quedado tanto tiempo en Cuba si los hubieran perseguido con tanta fuerza'', añadió.

Las regulaciones del CPI le permiten cancelar las acreditaciones de los corresponsales "cuando la persona acreditada lleva a cabo acciones que son impropias o incompatibles con sus. . . obligaciones de trabajo, y cuando se considera que ellos han violado la ética periodística y/o no han mantenido la objetividad''.

González dijo que la fórmula es la misma que la que se usa en muchos países europeos, en especial, España. "Lo único que hemos exigido es que ellos se atengan a la verdad y a la objetividad'', dijo.

No obstante, el gobierno de Castro ha expulsado a muchos corresponsales o se ha negado a renovar sus acreditaciones desde 1959. Los últimos tres casos ocurrieron en el 2007 e incluyeron a Gary Marx, de The Chicago Tribune, quien había permanecido como corresponsal en Cuba desde el 2002.

"Es absolutamente cierto que existe la autocensura en Cuba'', declaró Marx a El Nuevo Herald. "Pero cada corresponsal toma su propia decisión en cuanto a cómo maneja las presiones del gobierno. Yo traté de cubrir la historia sin concesiones lo mejor que pude''.

Marx lo hizo así, y el CPI le notificó a principios del 2007 que tenía 90 días para abandonar el país.

"Ellos me dijeron que mis historias eran demasiado negativas, y que ‘creemos que nos irá mejor con otra persona' '', o sea, otro corresponsal cuyas historias les molestaran menos.

"Claro que la autocensura es algo común en Cuba'', añadió Tracey Eaton, corresponsal de The Dallas Morning News en La Habana entre el 2000 y el 2005.

"Los reporteros hacen concesiones todo el tiempo a cambio de tener acceso. Pero en Cuba la situación es más dramática'', precisó Eaton. "Cuba es un lugar duro de cubrir, un lugar duro para trabajar. Puede hacerse opresivo''.

La Sociedad Interamericana de Prensa reportó en noviembre que el CPI había reforzado su control sobre los corresponsales y había demorado durante meses la renovación de las acreditaciones como un modo de presionar a los extranjeros.

Mientras que el libro de García-Zarza se centra en sus experiencias personales en Cuba, el de Botín brinda una mirada detallada y sin censura a la realidad cubana, desde la pobreza de sus habitantes hasta su caótica economía y los defectos de su sistema de salud y educación.

Botín escribió parte del libro en secreto mientras vivía en La Habana, pero lo terminó después de haber salido de allí porque, según observó: "Nadie puede decir desde dentro de la isla la verdad sobre lo que pasa allí. Los corresponsales sólo pueden aproximarse a la realidad por medio de alusiones y metáforas''.

Cuba, agregó, "no es el mundo feliz que proyectan los medios de prensa''.

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